Cena con sorpresa...¿grata? [Ginerva Waldorf] +18

Tras el haber estado con la rubia el día anterior ahora él no podía sacarla de su cabeza, no hacía más que pensar en ella y en la cena que tendrían esa noche, se podía decir que se encontraba nervioso al respecto, a la par de ansioso, tenía muchas cosas en mente, estaba seguro de lo que quería hacer pero no sabía cómo se lo podía tomar la joven y ese, ahora, era su mayor miedo. En definitiva, llevaba todo el día nervioso, pagándolo con los elfos domésticos, aquella mañana si quiera había pisado las mazmorras para visitar a la pelirroja que estaba en ellas, no, aquella mañana tenía otras muchas cosas en mente. Su día había sido largo, demasiado largo para su gusto, además de agitado, no le gustaba aquella sensación. Tras cambiarse cuatro veces de corbata, pues ninguna resultaba de su agrado aquel día, el rubio se encaminó hacia la sala de estar donde dejó correr el resto de la tarde entre cartas y un buen vaso de whisky de fuego. Faltaba una hora para la hora de la cena, el joven volvió a subir a su habitación y volvió a rebuscar en su ropero algo que ponerse, no se sentía a gusto en absoluto. Se cambió nuevamente de ropa y más porque se le hacía tarde que por estar verdaderamente de a cuerdo con su vestimenta se encaminó hasta la chimenea del salón. Chasqueó los dedos y ahí estaba, el elfo doméstico con su capa negra, la tomó sin cuidado y se la colocó sobre los hombros, era algo bastante efectivo para cuando se movía con los polvos flu, cosa que habituaba a utilizar bastante. Tomó una poca cantidad de aquellos polvos del bote junto a la chimenea, se adentró en ella y unos momentos después se encontraba en el Callejón Diagón.

Primero pasaría a buscar a la joven a su habitación, aún seguía sin entender por qué esta se empeñaba en vivir en aquella ínfima y mugrienta habitación cuando podía, perfectamente, quedarse en su mansión, no, definitivamente no lo entendía, pero ella así lo quería y él no tenía intención alguna de privarla de aquello. Después se encaminarían a un restaurante muggle en el centro de Londres muy bien conocido por su comida minimalista, aunque a decir verdad poco le importaba esa crítica, se había decantado por dicho restaurante porque era el primero de una larga lista que había encontrado al buscar restaurante buenos en la ciudad. No tardó demasiado en llegar al apartamento en el que se alojaba la joven, carraspeó la garganta, nervioso, se arregló por enésima vez el traje y se apretó la corbata antes de proceder a tocar al timbre

Dios, que nervios. Apenas había conseguido dormir, pegar ojo, quedarme en la cama. Todo era absolutamente incómodo, sin importancia si no lo compartía con él, con Draco. Con mi Draco. Era mío, sólo mío. ¿Verdad?
Ya por la mañana, me planté delante del armario ropero para buscar algo que ponerme. Tenía bastante entre lo que elegir, pues en mi vida "muggle" me habían regalado muchos vestidos de fiesta que nunca había llegado a ponerme. No iba a ponerme ropa de maga, no me sentía elegante ni mínimanente guapa con ella.
Al final me había decantado por un vestido que contaré al final del día...
Había escrito varios artículos distraídamente, después había escrito pequeñas historias. Había acabado escribiendo poesías en márgenes de dibujos con escenas de su "vida" con Draco. El primer beso, el día en la sala de reuniones de Hogwarts, el primer baile, el segundo... Cosas demasiado bonitas como para olvidarlas.
Se acercaba la hora, me había quedado dormida en la silla debido al sueño que tenía por los nervios que me habían asaltado por la noche. Sonreí cuando miré el reloj y vi que apenas quedaba hora y media para la cita.
Me duché, me peiné el pelo y me lo sequé con el mismo hechizo que había empleado el día que una pretendienta de Draco me roció con agua en un baile. Luego me vestí, y me puse unos pendientes y un colgante.
Oí el timbre. Me miré una última vez en el espejo. ¿Estaría a la altura?¿Cómo me vería él?
Abrí la puerta lentamente. Una figura esbelta, pero no muy desarrollada, con un vestido largo, de noche, color azul oscuro, prácticamente negro, con una especie de purpurina que sólo se percibía cuando me movía, haciendo que la parte de abajo del vestido, de cintura para abajo, resplandeciese como un cielo estrellado. Estaba ceñido a la cintura, y tenía unos tirantes con un pequeño volantito, que caía suavemente sobre mis hombros. Por encima, me había puesto una especie de chal del mismo color, cubriéndome los brazos. Unos pendientes pequeños, de plata, y un collar a juego. No me había maquillado. Me había recogido un poco el pelo, dejando unos tirabuzones sueltos a los laterales. Sonreí.

-Buenas noches, amor.

No tardó demasiado en bajar la joven y despampanante rubia, él se encontraba de espaldas a la salida y hasta que no escuchó su voz no se giró hacia ella, la miró sorprendido, estaba verdaderamente deslumbrante. Esbozó una sonrisa ladeada y le tendió la mano levemente, esta se la tomó y él la acercó hacia sí y besó su mejilla -Estás preciosa- dijo en un susurro junto a su oído, tras esto le ofreció su brazo de apoyo y ambos se encaminaron con paso lento hacia el restaurante en el que cenarían aquella noche. Al llegar allí el rubio se adelantó y reclamó su reserva, no le hacía demasiada gracia el haber ido a un restaurante muggle pero teniendo en cuenta la situación poco importaba que fuese de muggles o no.

Ambos se acomodaron en la mesa y comenzaron la cena, el rubio pidió vino y comenzó a revisar la carta, todo lo que ponía en ella era en idiotas extraños, ¿ francés?, quizás, no entender lo que ponía le molestaba bastante, resultaba estresante. Chasqueó la lengua molesto mientras revisaba aquella carta de arriba a abajo, una y otra vez, suspiró resignado y carraspeó la garganta -Tú...¿qué vas a querer?- preguntó mientras la miraba atento, colocó la carta sobre la mesa y sobre ella los codos, unió sus manos colocándolas delante de su boca y esperó a la respuesta de la rubia,

Me sonrojé con su cumplido y mi piel parecía arder cuando me besó la mejilla. Andamos un poco, me levantaba el vestido con la mano con la que no agarraba el brazo de Draco, como si temiese que llegase alguien y me lo quitase. Llegamos a un restaurante, nunca había estado. Demasiado caro, demasiado bueno.
Quedé deslumbrada ante ese lugar, con unas lámparas en forma de arañas y unas mesas separadas bastante de las demás, concediéndonos algo de intimidad.
Sonreí al ver que la carta estaba en francés, me defendía bastante bien en ese idioma aunque, obviamente, el alemán se me daba mejor, o el inglés, pero entendía lo que ponía. No era la primera vez que comía fuera de casa, obviamente, pero los restaurantes franceses a los que había ido solían ser de gama media, una cena de compañeros con unos amigos de mi padre. Cuando todavía...Era normal.
Cuando todavía no era mortífaga.

Arqueé una ceja observando lo que había, y Draco pidió vino. No solía beber, pero la ocasión lo merecía. Como había visto hacer en algunas catas muggles, moví un poco la copa y aspiré el aroma antes de darle un pequeño trago. Le di el visto bueno, aunque nunca había probado el vino antes. Me gustó.

-[color=cyan]Creo...Que cogeré una pasta a la parmesana.[/color]-Dije, apoyando la carta como él, en la mesa, y extendiendo mi mano para señalar una comida en la carta de Draco.-Eso está bueno... Es carne rellena con una salsa de queso y verdura a la plancha...¿Tú crees que te gustará?-Le pregunté.

No me gustaría imponer mi criterio, yo tenía claro lo que quería comer, adoraba la pasta...

Sabía de sobra que la joven se defendía bastante bien con el idioma, pero él tampoco quería parecer idiota por lo que decidió darse por enterado en la materia, observó lo que la joven señalaba, carraspeó la garganta levemente y elevó la mirada -Claro, eso estará bien- respiró hondo y observó la carta tratando de memorizar el extraño nombre que tenía aquel plato, ¿No era más fácil poner símplemente "Carne rellena de queso"?, por Merlín, aquello era un suplicio. Respiró hondo y tomó un sorbo de su copa, tras esto volvió a posarla suavemente sobre la mesa, le hizo un leve gesto a uno de los camareros para así llamar su atención, este llegó y les preguntó lo que comerían con un marcado acento frances, lo cual le resultaba bastante estresante, ¿por qué tenía que haber elegido ese lugar?, yaya, quería impresionarla, quería que todo fuese perfecto pero, ahg, aquello era horrible se sentí tan estúpido allí. Ambos pidieron, él a duras penas, y el camarero se alejó de ello dejándolos a solas por unos momentos.

Y así dió comienzo ese horrible momento de silencio en el que ninguno sabe qué hacer o decir, carraspeó dos veces, se acomodó en su silla y se aflojó la corbata, no sabía qué decir, se sentía perdido y estúpido, el lugar, el momento, todo parecía estar en su contra, resultaba estresante. -Bueno...¿qué te parece?- preguntó en un acto de tratar de sacar algún tema de conversación, por estúpido e insignificante que pareciese, odiaba ese silencio incómodo, el no tener nada que decir. Con ella todo era tan extraño y diferente.

Sonreí y decidí dejarle que se defendiese él solo. Para no estudiar idiomas, que era lo que me constaba que no hacía nunca, no se defendía mal. Sonreí, rebuscando en mi bolso para ponerme un poco de vaselina disimuladamente.
Me brillaba la mirada, adoraba estar con él. Era tan especial, era perfecto.

Cómo él.

Me quedé sin hablar, me había sonrojado sin quererlo. Me preguntó que me parecía el sitio. Le miré profundamente a los ojos, con una sonrisa cariñosa, sin burla.

-Me parece perfecto. Lo es...Y tú lo haces completamente perfecto. Te quiero, Draco....-Dije.

Querría haber dicho te amo. Pero tenía miedo de algo. De asustarle. ¿Se asustaría? Había oído que algunos chicos se asustaban de esa palabra porque significaba compromiso. Pero Draco no era así, ¿verdad? Yo le quería, con todo mi corazón. Pero le sonreí con ese te quiero. Porque para mi, el verle feliz...No tenía precio. Ni por todo el oro del mundo cambiaría una de sus escasas sonrisas.

Él me hace feliz con su felicidad.

Aquello le resultaba cada vez más complicado, no supo responder cuando la joven le dijo aquello, se quedó callado, con la boca abierta, observándola atentamente, quería hablar, decirle que la quería, tocar su mano y besarla suavemente...pero no lo hizo, no se movió, no dijo nada, esperó en silencio a la llegada de la comida, la cual no tardó demasiado, y era de agradecer pue el rubio seguía sin saber cómo reaccionar en aquel momento. Comenzaron a comer, tranquilos, sin prisa pero sin cruzar miradas ni palabras, todo en sumo silencio, aquello más que una cena parecía un entierro.

Tomó un poco de vino para poder bajar la comida y volvió a carraspear la garganta, ¿cuántas veces en el poco tiempo que llevaban allí lo habría hecho?, ¿cómo podía estar tan nervioso?. -Me alegra que te guste- A buena hora venía a contestar, ¿tanto le había costado pensar aquellas palabras?, por Merlín definitivamente aquella noche estaba idiota, ¿qué narices le pasaba? ¿por qué los nervios se la jugaban de aquella manera? No dijo nada más, no la miró, no volvió a carraspear, se tragó los nervios como pudo, si quiera pudo terminarse la poca comida que le habían puesto en el plato, eso sí, la botella de vino sí que había bajado en cantidad. -¿Quieres algo más?- le preguntó a la joven mientras le dedicaba una fugáz mirada.

No podía más, necesitaba relajarse -Discúlpame un momento...- fue todo lo que dijo antes de lavantarse de su asiento e irse al baño.

Bajé la mirada, ciertamente nerviosa, y me acaricié la suave tela del vestido. Notaba sus nervios, no había respondido. Ahora que pensaba....¿No habíamos quedado para que me dijese algo?¿Sería algo malo?¿Por eso no había respondido a esa muestra de amor? Empezaba a asustarme, la verdad. Mi piel empalideció un poco, no pude evitarlo, y aunque la comida estaba deliciosa, apenas podía saborearla. Yo también me serví vino...

Tal vez es mejor estar un poco piripi cuando me lo diga...Así la llorera me la tragaré mañana por la mañana.

¿Por qué pensaba tan negativamente? Yo solía ser positiva, quería creer que era algo bonito. Pero...¿se gastaría tanto dinero en un restaurante caro para decirme algo así?
Estaba hecha un lío, de verdad. Oí lo que me decía, y levanté la mirada para responderle, mirándole a los ojos unos instantes. No habíamos hablado durante toda la comida, y no sabía muy bien qué decir. Abrí la boca.

-No...Tal vez tome algo en un rato.-Dije, y le miré mientras se levantaba.-Claro...-Dije.

Me quedé sola, escondí mi cara entre mis manos, intentando relajarme. ¿Qué iba a pasar?¿Por qué estaba tan raro?¿Qué había hecho mal?

Llegó al baño, se remangó el trage y se lavó la cara, estaba nervioso, demasiado nervioso. Se apoyó en el lavamanos y observó su reflejó. Respiró hondo. Una parte de él no quería salir fuera pues sabía que tenía que dar la cara, sabía que debía hablar no habían ido hasta allí sólo para cenar, no había esperado todo ese tiempo para volver a casa con las manos vacías. Se miró fijamente reflejado en el espejo -Oh vamos, maldita sea...has luchado contra la Orden del Fénix, le has plantado cara al Señor Tenebroso, ¿y no puedes con una estúpida cena?- Dio un golpe al lavabo y se puso las manos en la cara, respiró hondo y tras colocarse bien el traje salió de allí con paso firme, se aceró a la mesa y se sentó en su lugar. Miró a la rubia de reojo y le dedicó una leve sonrisa -Perdón...entonces...¿no quieres postres o algo?- preguntó tratando de mantener la calma, la normalidad, no podía flaquear ahora, debía de estar tranquilo -Sabes que puedes coger lo que quieras, ¿cierto?- Le comentó mientras elevaba una ceja, quizás no le había quedado claro aquello o quizás simplemente no tuviese demasiada gana de comer, como fuese, recalcó esa última frase tratando de convencerla para que pidiese algo más si así lo quería.

Miré a la zona donde debía de aparecer Draco. Cuando me sonrió, mis mejillas se tiñeron de nuevo de rojo y sonreí. No parecía que me fuese a decir nada...malo. Sonreí de nuevo...

-No pasa nada...¿Te hace compartir un brownie conmigo?-Pregunté, con una sonrisa.Le miré, arqueando una ceja y con la carta de los postres entre las manos, pues la había cogido en cuanto le había visto aparecer por la esquina.

-Por cierto....

Tardé un momento en desarrollar la pregunta que le formularía a continuación. Era simple, tan condenadamente simple que me temblaban las manos y las piernas de pensarlo. Bajé la mirada y jugué con el tenedor un momento, algo nerviosa. Levanto la mirada lentamente, la clavo en la suya, me relamo los labios buscando las palabras.
Que jodidamente difícil, con lo fácil que sonaba en mi imaginación...

-Qué...¿No me ibas a decir algo hoy?-Pregunté.

¿Estaba sonando impaciente?¿Meteprisas?

Así que se acordaba, perfecto, eso era perfecto, y nótese la ironía. Sus manos comenzaron a sudarle, las miró con asco y las puso debajo de la mesa para evitar que la rubia pudiese verlas -Ah, eso...sí, bueno- Carraspeó. No lo había conseguido. Se había propuesto no volver a carraspear, no ponerse nervioso pero nuevamente ahí estaba el, definitivamente aquella noche parecía todo un idiota, aquello, visto desde fuera, debía de ser bastante gracioso. Levantó la mirada y la clavó dudoso sobre la joven -Yo...creo que no voy a comer nada más, pero si tú lo quieres puedes tomarlo sin problema-

Sentía su corazón latir fuertemente, sus manos sudorosas, su vista inquieta, la boca seca y un sinfín de síntomas que le hacían sentir incómodo en aquella situación. Respiró hondo y rebuscó en el interior de su chaqueta, tomó algo de uno de los bolsillos y lo guardó entre sus manos bajo la mesa, dudoso. -En fin...¿vas a pedir ese brownie?- preguntó tratando de evitar la pregunta de la rubia, no quería responder, no sabía qué responder, ¿por qué aquello tenía que ser tan difícil?, ¿por qué a él?. Tragó saliva.

Arqueé una ceja y aparté la mirada como si no me hubiese dado cuenta de lo que estaba pasando. ¿Por qué se ponía tan nervioso? Tragué saliva yo también.
Mi mente trabajaba a toda prisa, sin conseguir atar cabos. Me estaba poniendo nerviosa yo también, más allá de las mariposas en el estómago y de que me temblasen las piernas. Le miré suavemente cuando me preguntó si pediría el brownie o no. Aparté la carta de los postres y la dejé en el centro de la mesa. Le miré profundamente a los ojos.
Sus ojos...Eran tan odiosamente perfectos que cuando posaba mi mirada en ellos me sumergía en el más profundo mar grisáceo, normalmente frío, ahora ya no lo eran. Ahora estaban nerviosos, buscando apoyo en algo. ¿Por qué?

Creo ser la única chica capaz de poner así a Draco Malfoy...

-No, no voy a pedirla...No puedo comer sin saber lo que tienes que decirme....-Dije, intentando ser lo más sincera posible...

Mi mirada gritaba palabras de amor que no conseguía decir con la boca. No podía, no podía hacerlo porque.... Porque tenía miedo de que él se apartara. ¿Lo haría?

Respiró fuertemente, entonces había llegado su momento, por mucho miedo que sintiese ya no podía echarse atrás, tampoco es que quisiese es que se sentí paralizado, incapaz de seguir adelante con aquello. Después de las vueltas que le había dado a aquella idea, después de haber estado días pensando en cómo decir y hacer las cosas, después de él mismo haber tomado tiempo en buscar aquel restaurante, después de haber incluso cambiado galeones por dinero muggle y haberse metido en aquel lugar, NO podía dejarlo a medias. Respiró hondo y la observó detenidamente, al parecer él no era el único nervioso, quizás ella estaba así por su culpa, por su comportamiento. ¿Por qué era tan estúpido?. -Bien...- dijo en un leve susurro mientras apartaba la mirada.

Tardó varios largos segundos en volver a reaccionar, cerró los ojos y suspiró fuertemente, acto seguido miró a la joven fijamente y habló dubitativo y dudoso -Gin, espero que me disculpes por lo que voy a hacer, no pretendo molestarte, tan sólo quería preguntarte una cosa, una cosa tan simple como compleja...disculpa mi comportamiento de esta noche y si, quizás, por algún casual, te he hecho sentir incómoda o dolida, decirte antes de nada que en absoluto era mi intención- Bajo la mesa sus manos jugueteaban con aquel paquete, nerviosas y ansiosas. Tras esto suspiró nuevamente y bajó la mirada. -Bueno- dijo en casi un susurro antes de ponerse en pié y levantarse de su asiento. Se colocó frente a la joven y besó suavemente su frente antes de colocarse en el suelo. Tomó su mano con cuidado y sintió como un ligero calor se apoderaba de él y su rostro, bajó la mirada, tragó saliva y volvió a elevarla hasta mirar a la rubia fijamente a los ojos.

Cuando apartó la mirada por primera vez me preocupé, seriamente. ¿Era algo malo, entonces? Cuando empezó a hablar....¿Disculparle por lo que iba a hacer?¿Molestarme? Me puse pálida, sentía que las manos me temblaban. ¿Realmente iba a...dejarme? Noté que volvía a clavar su mirada en mi tras un intento de tranquilizarse. ¿Se estaba disculpando?

Cada vez entendía menos. ¿Se disculpaba?¿Por qué, si no había hecho nada? Le miré a los ojos. Y entonces clavó su rodilla en el suelo y creí saber lo que iba a preguntarme. Noté sus labios en la frente antes de eso. Y después de eso, no podía despegar la mirada de la suya. Era magnético, era mi droga. ¿Estaba pasando esto realmente?
Tragué saliva sin entender cómo...¿Yo?¿De verdad me estaba pasando ésto a mi?

Se me subían los colores, notaba el ardor en mis mejillas, se percibía un brillo de emoción en mi mirada. Me mordí el labio sin poder controlar todo lo que sentía en ese momento. El corazón me latía tan fuerte que parecía querer salirse de mi pecho, mi respiración, sin quererlo, se había acelerado demasiado. Entreabrí los labios, mirándole fijamente a los ojos, con amor.

-¿Realmente está pasando?
-Te lo estás imaginando.
-Eres un aguafiestas
-Tú una soñadora
-Déjame en paz.
-Luego no me digas que no te he avisado.

Odiosas vocecillas...Las saqué de mi mente para centrarme única y exclusivamente a la mirada de Draco...Y a lo que parecía que iba a decirme.

Hicieron falta a penas unos segundos tras colocarse a los pies de la joven para que la gran mayoría, por no decir que todos, los muggles de aquel lugar clavasen sobre ellos sus miradas, emocionados y expectantes, quizás debería haber esperado y habérselo dicho en un lugar más tranquilo donde estuviesen a solas, ellos dos, sin muggles, magos ni brujas, nadie, sólo ellos. La cuestión es que ya había comenzado, bueno, hacía tiempo que ya había empezado realmente pero ahora era el momento culminante, debía medir sus palabras, aunque la verdad es que tampoco había demasiado que pensar ni medir, las palabras a utilizar eran siempre las mismas, sin embargo, resultaba tan complicado decirlas.

Notaba las miradas de todos sobre ellos y eso le hacía ponerse aún más nervioso, la mano con la que había tomado la de la rubia había comenzado a temblarle levemente y le resultaba imposible pararla. Se mojó levemente los labios preparándolos para decir aquella palabras que todos esperaban, sobre todo ellos dos, ella quería oírlas y él decirlas pero era algo tan difícil. No pudo evitar reír levemente, seguro que se veía ridículo en aquella situación. Respiró nuevamente con una sonrisa en su rostro, soltó la mano de la rubia y elevó entre sus manos aquel paquete de color negro -Ginerva Waldorf...- dijo mientras clavaba en ella su mirada y abría aquella pequeña caja -¿Querrías ser mi esposa?- no dudó, no cortó la frase, había superado aquello sin tartamudear ni verse obligado a repetir aquello dos veces, en tal caso quizás no hubiese sido capaz de hacerlo. Respiró hondo, nervioso, mientras esperaba expectante la respuesta de la rubia, pero esta no llegaba, miró a su alrededor de soslayo, todo se había parado a su alrededor, todos esperaban la respuesta de la rubia, él el que más. Pero la respuesta no llegaba y el rubio ya había comenzado a resignarse -Gin...si no yo....no...- quería decirle que no pasaba nada si ella no quería, que él lo entendería pero no pudo, las palabras no salieron de su boca por completo. Comenzó a ponerse más y más nervioso.

Mi corazón dio un vuelco con esas palabras. Quería casarse conmigo. Le miré a los ojos. Su mano temblaba, sacó una cajita pequeña... Se me llenaron los ojos de lágrimas, no podía evitarlo. Las miradas estaban clavadas en nosotros, yo le miraba a él. No existía nada más que ese chico arrodillado frene a mi.... Me había quedado sin palabras, quería decirle que claro que sí, que... Pero no podía, no me salían palabras de la boca. Le miré a los ojos profundamente.

Le cogí de las manos, con la cajita en su mano derecha y mi mano izquierda sobre ella, y le hice levantarse lentamente. Le miré a los ojos.

-Sí Draco, claro que quiero.-Dije, únicamente, y me estiré hacia adelante para besarle con pasión, con desenfreno, como si nunca le hubiese besado.-Te amo.-Le susurré, cuando finalizó el beso.

A nuestro alrededor, estallaron aplausos de los muggles espectadores. me sonrojé, y le miré a los ojos. ¿Realmente dudaba de mi respuesta?¿Había dudado?
Imposible dudar....
Le amo
Le amé, le amo, le amaré.
Siempre
Hasta que la muerte nos separe....

Ahora era él quien se había quedado sin palabras, había dicho que sí, maldita sea había dicho que sí. "¡Reacciona idiota!" se gritaba a sí mismo en su interior tratando de hacerse volver a aquel momento. Por Merlín, ¿sí?, ¡sí!. Se dejó hacer mientras su rostro demostraba una clara mueca de sorpresa, tardó unos segundo después de aquel beso en reaccionar, no podía creerse aquello, le resultaba, ¿imposible?, no, imposible no, pero sí extraño, ¿cómo podía ella querer estar con alguien como él?. La abrazó fuertemente, uniéndola a él, no quería soltarla, no quería dejarla ir, no podía. No dijo nada, aquel abrazo lo decía todo por él. Tomó su cara entre sus manos y la besó con cariño y pasión. Al fin, lo había dicho, se había quitado un peso de encima, podía respirar tranquilo y lo mejor es que ella había dicho que sí, ¡que sí!. Paró el beso y agarró sus manos mientras le sonreía amplia y estúpidamente -Y yo a ti- dijo tras besar suavemente su frente.

La soltó y recuperó aquella pequeña caja y el anillo, lo cogió con cuidado y se lo colocó en su perfecta, lisa y suave mano. La rozó suavemente y volvió a besarla. Escuchaba los aplausos y los apelativos cariñosos hacia aquel momento por parte de los muggles allí presentes, ¿por qué tanta emoción si los que se había comprometido eran ellos?, jamás los entendería pero poco le importaba en aquel momento. Tras respirar profundamente y aclararse la garganta observó a su alrededor, ¿por qué narices no paraban de mirarles?, por Merlín, ¿por qué no se metían en sus cosas?. La tomó de la mano, recogió sus cosas y se dispuso a salir de allí con la cabeza baja, no le gustaba aquella sensación, el tener todas esas miradas sobre ellos era algo agobiante.

Sonreí y disfruté el beso y su cálido abrazo que me envolvió por completo, algo que me hizo sentirme muy bien, demasiado bien. Era feliz, me iba a casar, iba a casarme con alguien que me quería y al que yo quería por encima de cualquier cosa en el mundo.

El anillo se deslizó, frío, por mi dedo, y me quedaba justo a medida. Sonreí a Draco, con la mirada brillante. No solté su mano, no quería soltarla porque le quería demasiado. Era tan perfecto...Él lo era. Y el momento, y la manera de pedírmelo.

Noté su incomodidad ante las miradas de todos los muggles y con una sonrisa les pedí, cosa que se podía hacer si tenías un mínimo de empatía con ellos, que siguiesen a lo suyo. Unas cuantas felicitaciones anónimas respondidas por una sonrisa, y yo recogí mi chal y mi bolso. Agarré el brazo de Draco mientras salíamos, haciendo que me mirase.

-¿Y eso?¿Casarnos?¿Tú...?-¿Estás seguro? Pero no quería preguntárselo así de directo. Me había encantado....

-Como para no encantarte. Entre que es un Malfoy y te trata así...
-Y que te quiere, no te olvides.
-¿Me queréis dejar en paz?
-Que irritable te pones, niña...

Olvidé las vocecitas en mi cabeza y volví mis ojos grises, iluminados como lámparas en mitad de la noche, hacia los suyos. Estaba exultante de felicidad.

El rubio casi que corría, como desesperado, hacia el maitre del local, no quería demorarse más allí dentro, no le gustaba tener todas esas miradas sobre ellos, se sentía incómodo. No estaba seguro de a quién debía pagar, los muggles eran tan extraños que a lo mejor hacían eso también de una forma diferente a la que lo hacían ellos, los magos, así que le pidió la cuenta al mismo maitre, le pagó y entre la rapidez, los nervios y su ignorancia respecto al dinero muggle decidió no complicarse la vida y dejó el fajo de dinero que había cambiado sobre la mesa, sin más, no tenía intención de contarlo pero por la reacción de aquel hombre aquello significaba bastante dinero. Bah, como fuese, él sólo quería salir de allí lo antes posible. Tomó a la joven de la mano y ambos salieron del local con paso rápido, sin mirar atrás, no soportaba más aquella maldita sensación.

Estaban fuera, el rubio respiró hondo, tranquilo, mucho más calmado, "al fin" pensó mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro. Se giró hacia la joven y rozó suavemente su mejilla con su mano izquierda mientras que con la otra agarraba su cintura uniendo así sus cuerpos todo lo posible. Le sonreía de aquella manera tan tonta, como embobado, sumido en sus ojos. Volvió a besarla, la besó como antaño, como cuando su mayor problema era el tener que ocultarse para estar juntos. Rememoró aquellos bellos momentos, los saboreó y aprovechó todo lo que pudo, deseando que aquello no acabase. Fueron largos minutos que a su parecer sólo habían sido escasos segundos en loas que ambos jóvenes se encontraban fundidos en aquel beso el cual cortó suavemente el rubio -¿Responde eso a tu pregunta?- dijo mientras le dedicaba una leve y ladeada sonrisa, tras esto tomó su mano y la besó suavemente -Futura señora Malfoy- dijo con un leve tono burlón sin quitar aquella sonrisa de su rostro. Se podía decir que después de mucho tiempo el joven Malfoy volvía a ser feliz, volvía a sentirse completo, volvía a sonreír.

Sonreí cuando dejó tanta cantidad de dinero sobre la mesa y arqueé una ceja, alzando los hombros mirando al hombre, que se dispuso a coger el dinero rápidamente antes de que Draco se lo pensase de nuevo y fuese a cogerlo. Estaba rebosante de alegría, tenía ganas de reír y saltar, de llorar de la alegría, de correr cogida de su mano, de cantar y ser feliz... Ser feliz, sobre todo. Estos años después de Hogwarts durante la Guerra Mágica no habían sido demasiado felices. Dolor, pena, supuesta gloria ante la victoria de los Mortífagos.

Pero yo no había sentido verdadera alegría ante ese momento. Quería rozar sus labios, pero no sabía si eso estropearía el momento. Y entonces, de repente, me agarraba de la cadera y sus labios buscaron los míos, y le devolví un beso dulce, suave, para luego volverlo algo más apasionado. Separé mis labios para respirar y su pregunta a mi pregunta me hizo sonreír.

-Sí... Amor.-Le susurré, y le volví a besar, lentamente, saboreando sus labios y apoyándome contra la fachada del restaurante del que habíamos salido tirando de él. Cómo había ansiado esos besos durante tanto tiempo, sus labios, su piel cercana a la mía.

Mis manos se enredaron con las suyas, mis dedos acariciaban las cicatrices por las que yo había llorado noches y noches sin que nadie se diese cuenta.

Pero ahora eso daba igual...Nos íbamos a casar. Seríamos felices, o al menos eso me parecía en ese momento. Y daba igual todo lo demás.

La abrazó, la abrazó tan fuerte y con tanto cariño como nunca antes lo había hecho, no quería soltarla, quería tenerla con él, a su lado, cerca suyo, ahora y siempre. Por y para siempre, hasta que la muerte los separe. Desde que la joven le había dicho "sí" su estado de ánimo y su vida en general habían dado un vuelco de 360º. Correspondió el suave beso de la joven, mientras rozaba suavemente su mejilla, ella tomó su mano, con suavidad y cariño, ¿cómo podía acariciarlas así?, ¿a caso no las aborrecía? porque él sí. Al fijarse en la unión de sus manos el joven la soltó y rebuscó en el interior de su chaqueta unos guantes de cuero negro, se los colocó con cuidado, sin ninguna prisa. Le dedicó una mirada a la joven y una leve sonrisa, cuando ya se había colocado aquellos guantes pasó sus dedos por la suave piel de la cara de la rubia, no podía sentir la suavidad de su tersa piel, ni el calor que esta desprendía, pero lo prefería así, no quería que ella viese aquellas manos.

Respiró hondo y entrelazó su mano con la de la joven antes de comenzar a caminar, no sabía a donde ir, él no tenía nada más que hacer, no tenía ninguna preferencia pero sí una cosa clara, no quería marcharse, quería estar con ella, a solas, por todo el tiempo posible. Disfrutar de su compañía aunque fuese paseando por algún distrito muggle, poco importaba, además, allí estaban seguros de que no encontrarían a nadie, así que incluso mejor. Carraspeó levemente -Bueno ¿A dónde quiere ir?-

Sonreí, aunque mi sonrisa se torció un poco al notar que se ponía los guantes. Sus manos estaban llenas de cicatrices, pero a mi no me importaba. Quería sentir el calor de su piel sobre la mía, no quería que se ocultase, ya no había nada que ocultar, iba a ser mi marido...¿Se iba a tapar las manos para siempre?

Aún así decidí agarrarle de la mano a pesar de los guantes y le sonreí débilmente, con cariño, ganas de seguir besándole.... Y, de repente, había algo que quería salir de mis labios. Algo impensable, algo que nunca habría dicho... Porque yo no era así, no era de las que decía ese tipo de cosas. Era algo que me hacía sonrojarme, y de hecho me sonrojé, y mis piernas temblaron levemente, y mis ojos brillaban, de emoción y amor, quería estar con él, para siempre, y sobre todo ahora, pegada a él, sin separarnos.

Porque nada conseguiría separarnos, íbamos a ser el uno para el otro, y Lord Voldemort no podría separarnos ni aun queriendo. Que lo intentase...

-A donde estemos solos tú y yo y pueda besarte sin que nadie me odie y donde pueda quitarte esos guantes y donde tu puedas hacerme tuya...-Susurré, con una sonrisilla traviesa, lo suficientemente alto como para que me oyeses.

Por mi mente no se me ocurrió pasear la idea de qué pasaría cuando descubriese que yo realmente quería ayudar a la Orden. ¿Afectaría eso a Draco? Sí...Pero mi mente no me dejó pensar en ello, ni siquiera lo había imaginado. Estaba emocionada, como una niña que se aferra a un deseo...

Una extraña sensación se apoderó de todo él, completa y literalmente, un ligero rubor había hecho acto de presencia en sus pálidas mejillas, mientras que en su rostro se había dibujado una mueca de desconcierto. "donde tu puedas hacerme tuya" ¿A qué había venido aquello? ¿lo había dicho en serio? "donde tu puedas hacerme tuya"..."hacerme tuya"...por Merlín, no podía creerse que aquella joven tan buena, tan reservada, ¿cómo era posible que la joven hubiese pronunciado aquellas palabras?, todavía recordaba aquellos días que ambos dos pasaban a escondidas en Hogwarts, siempre escondiéndose de todos y ella, oh, ella. A cada momento le sorprendía más y más con su personalidad, esa personalidad que guardaba ante todos, esa personalidad que sólo le dejaba ver a él bajo las escaleras, al fondo de la biblioteca, en la sala de los menesteres, a solas, y como le encantaba aquella parte de la rubia. La adoraba.

Sin embargo, hacía muchísimo tiempo que ambos dos habían estado ciertamente distantes, por lo que aquel comentario le había sorprendido más de lo normal. Carraspeó fuertemente su garganta, tratando de mantener la calma y evitando que la joven viese aquel rubor en sus mejillas, se sentía ridículo cuando le pasaba eso, aunque a penas le había pasado alguna vez pero en fin, lo odiaba. -Em...Gi-Gin...yo...- perfecto, ahora se trababa, volvió a carraspear, ¿qué podía decirle?. -¿Quitarme los guantes?- le dijo mientras alzaba una ceja tratando de quitarle importancia a aquel comentario por parte de la rubia. Rió burlón y la besó suavemente -Será mejor que los dejes puestos- Hizo una pausa -Y, ¿por qué dices que la gente te odia? ¿cómo iban a odiarte?-

Tragué saliva y me di cuenta de que quizás a él no le apeteciese, o que quisiese esperar o cualquier cosa de esas. Me mordí la lengua. Estúpida, estúpida, estúpida... Me había vuelto dejar guiar por los sentimientos, por esas cosas que de vez en cuando aparecen en mi mente y me llevan de cabeza. Él conocía mi faceta "rebelde", apasionada, algo loca, una faceta que en cualquier momento te sorprendía arrastrándote hasta un rincón para comerte a besos o que hacía que te diese un bofetón que resonase por toda la sala.

Pero quizás me había pasado, había ido demasiado lejos tras tanto tiempo de distanciamiento. Eso es lo que me parecía sacar de conclusión con sus tartamudeos, nerviosos. Se había sonrojado y yo no sabía muy bien cómo interpretarlo, había tantas maneras de hacerlo que con sólo desear que fuese la que yo quería que fuese no bastaba.

Su comentario me hizo sonreír y le devolví el beso con suavidad, intentando detener los latidos de mi corazón que iba a mil por hora e intentando calmarme, cosa que me estaba costando notablemente.

-No puedes sentir mi piel ni yo la tuya con ellos puestos...A mi no me importa que tengas cicatrices, Draco...-Dije. Y de repente, me pregunté si alguna sería por mi. ¿Le habrían castigado por algún acto mío?.- La gente... Los partidarios de los mortífagos creen que no debo serlo y no debo estar contigo, y los que no... Saben lo que soy y...-Bajé la mirada hacia el suelo, sonrojándome todavía más.

Había sido fácil cambiar el tema, con el anterior se sentía bastante incómodo por el simple hecho de que hacía tiempo que ambos estaban bastante distantes y él no sabía cómo reaccionar, qué decir ni qué hacer, y eso le ponía notablemente nervioso. Quería abrazarla, besarla, llevarla a su habitación y "hacerla suya", pero todo a su debido momento, con calma, cuando llegase el momento lo sabrían, simplemente saldría y ambos dos estarían seguros de ello. Mantenía aquella cariñosa sonrisa pero esta desapareció de su rostro en cuanto la joven nombró aquellas malditas cicatrices. Las odiaba con toda su alma. Apretó los puños, molesto, ¿por qué no simplemente desaparecían y todos contentos? ¿por qué tenían que quedarse allí, molestando?.

Escuchó hablar a la joven, sin decir nada al respecto, la joven llevaba razón, más de una vez habían llegado a sus oídos críticas varias sobre aquella relación, más de una vez le habian nombrado como "traidor" o "estúpido", denominaban sus actos como "indignantes" o "degradantes para la sangre", tsk, como si todo aquello le importase, obviamente no, a él lo único que le importaba era poder estar con la rubia que recorría sus sueños, aquella rubia que tenía delante, aquella rubia que se había convertido en su única razón para vivir, para seguir adelante, aquella rubia que había dicho que sí a ser su esposa, que le había aceptado y amado. Lo tenía claro, no la dejaría, todo daba igual, podían decirle cualquier cosa, ya estaba curado de espanto, pero no la dejaría escapar, la quería demasiado...la amaba demasiado, como para dejarla ir.

Respiró hondo y paró en seco, frente a la joven, se quitó el guante de su mano izquierda y rozó la mejilla de la joven -Gin...todo va a cambiar, todo va a estar bien, no volverán a decirte nada, a decirnos nada...- le dijo en un tono tranquilo. Hizo una pausa -En cuanto nos casemos todo cambiará, nadie podrá faltarte el respeto ni dedicarte una mala mirada...- sonrió levemente y la besó -Y lo que eres es una fantástica bruja, además de una bellísima persona, ¿entiendes?- le habló mientras tomaba suavemente su mentón haciéndole que le mirase.