Casting Hermione J. Granger

El viento azotaba las ventanas de aquella vieja y desmantelada casa fuertemente. Silbaba en el exterior y chocaba contra el cristal sin reparo con un golpe seco que hacía a la fibra vibrar provocando un curioso y molesto ruido en la sala, el cual era lo único que se podía escuchar en aquél lugar tan apartado de la mano del hombre como olvidado de sus recuerdos. ¿Sabría alguien aún de la existencia de esa pequeña y fría casa?, ¿Estaban a salvo resguardándose allí?, preguntas tontas, ¿Cómo iban a estar a salvo en ninguna parte si fuesen a donde fuesen alguien siempre les pisaba los talones?.

Un ratón. Un insignificante, estúpido, feo y asqueroso ratón. Eso es lo que somos ahora mismo. Ratones que huyen de un gran gato escondiéndose en pequeños huecos en las paredes de una gran casa. Los gatos son listos, demasiado listos, no tardará en reconocer nuestro olor y seguirnos hasta nuestro refugio temporal. Gatos y ratones, ratones y gatos, siempre corriendo, huyendo, buscando una salida de manera desesperada. Aún recuerdo aquél día en el que Hermione compró a ese estúpido y feo gato, Crookshank, aún a día de hoy puedo jurar que jamás he visto un gato tan feo y borde como ese. Ese animal no dudó en abalanzarse sobre lo que en aquél momento creía que era una simple rata heredada del resto de mis hermanos, Scrabbers desapareció siendo perseguido por una mota de pelo rojizo enorme. Eso somos nosotros, sólo que esta vez las tornas han variado.

Gato feo, muy feo, eso era Crookshank, ¿Qué le vio Hermione para decidirse por él?, bueno, quizás lo mismo que vio en mi. Y ahora que lo pienso, ¿Qué vio ella en alguien como yo? alguien no tiene nada en especial, que su familia no puede ofrecerle nada que no sean un jersey por Navidad o un feo apellido que hace referencia a la "deshonra mágica". ¿Qué?

Alcé la vista encontrándome con su morena cabellera. Observaba por la ventana. Al parecer había empezado a llover porque en el cristal habían unas pequeñas gotas de agua que comenzaban a hacer carreras entre ellas al caer por el vidrio hasta llegar a la madera que constituía el marco de la ventana. Jamás me ha gustado verla con esa expresión de melancolía con un toque de pena y dolor. Ojalá pudiese retomar aquella expresión que me dedicó en la clase de Encantamientos, cargada de orgullo con esa leve sonrisa denotando un silencioso "Yo puedo". Y verdaderamente pudo. Quizás sea idiota al preferir que mi novia se crezca de orgullo, pero poco me importa la prepotencia si así vuelve a sonreír y hace desaparecer la melancolía y el dolor de su pálido rostro.

Pocos centímetros me separaban de ella. La misma inercia y los recuerdos me había hecho colocarme a su lado sin apartar la vista de su rostro, haciéndome vagar desde el otro lado de la sala en el cual me encontraba para colocarme junto a ella. Tan sólo la miré en silencio, con una vaga esperanza comiéndome el pecho desde dentro, de que ella se volviese lentamente y me dedicase una cálida sonrisa antes de hablarme activa y alegremente sobre cualquier cosa que rondase su cabeza. Cualquier cosa que la hiciese feliz y que careciese de ese gris que habían teñido nuestros días desde hacía varios años atrás.