I hate the wind but I love the sound {Ella}

Lentamente, un paso detrás de otro, la melena rubia al viento. No había sol que sacase destellos dorados, no había más que nubes, nubes oscuras que hacían que todo pareciese triste, apagado. Pero una sonrisa en mis labios, una sonrisa decidida a cambiar el mundo. A sacar sonrisas, risas, sin miedo a caer. Sólo por ese pequeño problema, el ser mortífaga... Si no, sería completamente feliz. Tal vez no debería pensar eso, ya que el Señor Tenebroso controlaba muy bien el arte de meterse en las mentes.

Pero él debía ya de saber lo que yo opinaba de todos sus planes. Luego estaba Draco. Frío, siempre preocupado. Pero mi amor, al fin y al cabo. No pude evitar ampliar mi sonrisa al pensar en él, en esos momentos en los que olvidaba sus ocupaciones para centrarse en mi. No eran muchos, pero yo ya sabía a lo que atenerme con él. Después de todo, me quería. Mucho... Pensé, sin saber por qué, en Ella. Aquella mujer pelirroja de aspecto joven, aunque se rumoreaba que era más vieja de lo que aparentaba. Me daba escalofríos a pesar de apenas conocerla, apenas haber hablado con ella. Yo no era de las que juzgaban a las personas, todo lo contrario.

Me detuve unos instantes, alzando la mirada al cielo gris y luego me coloqué mejor la chaqueta de cuero fino, muggle, sobre la blusa. Llevaba pantalones largos vaqueros y unos zapatos de tacón. ¿Por qué me arreglaba tanto para un paseo por un sitio como ese? Simplemente, no tenía nada mejor para lo que arreglarme un poco. Escuché el sonido del viento zumbar alrededor de mis oídos, traerme historias, amores, cuentos y canciones. Me detuve en medio de la calle, con los ojos cerrados, a escucharle. El por qué nunca lo tuve claro.

Y ahí estaba yo, a merced del viento y de sus historias. O de mi fantasía todavía infantil, que corría por mis venas. No pensaba reprimirla, sabía que, en algún momento, dejaría de oír los susurros del viento. Y no quería dejar de hacerlo, la verdad es que no. Fue entonces, cuando una voz distinta a la que me susurraba a los oídos, me envolvía y volvía a alejarse, dejando mi melena alborotada, me sacó de mis pensamientos y ensoñaciones. Antes de girarme, supe quien era. Ella Noregue.

No debía de estar contenta de tenerme en las filas de su señor, probablemente. Abrí los ojos lentamente, casi con delicadeza, y parpadeé un par de veces en dirección al viento, ya que éste se empeñaba en secarme las pupilas. Me giré lentamente, puesto que ella se había posicionado a mi lado, y una sonrisa cordial brotó en mis labios.

- Hola, señorita Noregue.-Dije, ya que me pareció que por su apariencia física sería mejor llamarla así. Tal vez se sintiese molesta, o quizás no.- Bueno, no es tan extraño. O quizás sí, un poco.-Dije, con otra sonrisa.- No suelo frecuentar estas tiendas, la verdad es que he llegado aquí sin esperarlo, ya sabe, caminando...¿Y usted? -Pregunté, con una sonrisa ladeada.

Observé su melena pelirroja y su mirada penetrante, mortífaga. Tal fiel a su señor, sí, era su posición. No me gustaba un pelo, pero no entendía por qué. Simplemente, me mostraría cordial con ella. Al fin y al cabo, no me costaba nada, ¿verdad?

Sonreí ante aquella respuesta. Demostraba que no éramos tan distintas, ambas necesitábamos dar un paseo, airearnos. Draco solía insistir en que me quedase en casa, protegida, mientras él salía a hacer las tareas de los mortífagos. No me parecía mal, al contrarío, sabía que lo hacía para protegerme. Y me gustaba que él me protegiese, él con sus andares, sus gestos fríos y su ignorarme a veces. Pero yo sabía que todo eso simplemente era una fachada.

Miré de soslayo a aquella mujer, que no aparentaba la edad que tenía. Observé con curiosidad su melena roja, cómo ondeaba al viento, y aquello me sacó una sonrisa. Fuego y sol, parecíamos. Yo, con mis tirabuzones dorados y mi mirada gris e inocente, y ella con aquellos gestos superiores y ese pelo rojizo, liso.

– ¿Tú también piensas que soy una deshonra para los Malfoy? – Pregunté, mirando ahora al frente, hacia un pequeño 'bosquecillo' en medio de aquel lugar triste y lúgubre. Era una pregunta directa, no tenía miedo a la respuesta.