Un encuentro inesperado {Katie Bell}

Tenía un par de horas libres en el trabajo libres y decidí que las emplearía yendo a Flourish y Blotts. No es que necesitara ningún libro. De momento, estaba surtida en ese sentido, pues aún tenía un par de ellos por leer. Pero quería saber si habían salido nuevos libros acerca del quidditch y, de esta manera, poder ampliar la colección de libros que tenía sobre ese tema. Cualquiera pensaría que estaba obsesionada con el deporte mágico por excelencia, pero yo no lo llamaría obsesión. Simplemente, era pasión y, también, algo tan necesario en mi vida como el hecho de respirar o de que el corazón se encargara de bombear sangre hacia el resto de los miembros del cuerpo.

Habiendo llegado al Callejón Diagon, me dirigí hacia la citada librería. Al cruzar la puerta que la separaba del soleado exterior, pude comprobar que la tienda estaba completamente llena. Por lo que parecía, todo el mundo, por alguna extraña razón, se había puesto de acuerdo para ir ese día. Suspiré. Me puse de puntillas, para ver si conseguía ver algo por encima de las cabezas de la gente, pero nada. Resoplé, mientras intentaba colarme entre la gente. Misión imposible, por supuesto. Justo cuando estaba a punto de irme, me fijé en las escaleras y en que en ellas había un rostro conocido. Rápidamente, subí las escaleras, situándome al lado de la chica en menos de lo que canta un gallo. - ¡Cho! - Aprovechando esa vista privilegiada que tenía desde allí arriba, asomé la cabeza para ver qué o quién había logrado reunir tanta gente. Gilderoy Lockhart. Volví a resoplar. - ¡Oh, Dios! Aquí tenemos al ganador en cinco ocasiones del Premio a la Sonrisa más Encantadora, otorgado por la revista Corazón de Bruja. - Solté la última frase con un todo de amargura en mi voz. Odiaba a ese tipo.

Asentí con la cabeza un par de veces. - Oh, sí. Me muero por un autógrafo suyo. La de cosas que podría llegar a hacer por conseguir uno... - Sí, estaba hablando irónicamente; obvio que sí. ¿Cómo iba a querer un autógrafo de ése? Puse los ojos en blanco mientras le dirigía una espléndida sonrisa. Giré la cabeza hacia todas las mujeres que estaban esperando por un autógrafo suyo. - Y después se quejan de la juventud... Hay qué ver... - Solté una risa al acabar la frase. - No sé cómo les puede gustar ese hombre.

Ladeé la cabeza, mientras la escuchaba. - También yo me alegro de verte, Cho. - Me encogí de hombros ante su pregunta, aún sonriendo. - Pues he estado, y sigo, trabajando en el Ministerio; en el Departamento de Deportes y Juegos Mágicos. - La escruté con la mirada. - ¿Y tú? ¿Qué ha sido de tu vida durante estos años? - La verdad era que había perdido algo el contacto con ella, a pesar de hablar de vez en cuando gracias a nuestras lechuzas.

Miré con cierta curiosidad el papel que tenía en la mano y, sin siquiera darme tiempo a preguntarle de qué era, ya me lo dijo. Solté una carcajada. - Estos jóvenes no saben hacer nada... - Obviamente, era broma. Había jóvenes de todo tipo y en mi época estudiantil había sido igual: había gente a la que se le daban bien esas cosas y había otra gente que era una inútil en esto. - Yo simplemente venía a curiosear las novedades que había en los libros de Quidditch, pero... - Señalé con la cabeza a las locas que venían a ver a Lockhart. - Se ve que tendré que esperar a que se vaya esta multitud para poder mirar algo. - Me encogí de hombros y volví la mirada de nuevo hacia la chica.