Reencuentros del pasado [Katie Bell]

No me gustaba mucho la diferencia térmica que había entre el interior del local y el exterior y era a algo que no me conseguía acostumbrar nunca, a pesar de haber ido bastantes veces a aquel lugar. Me cubrí mejor con la capa mientras caminaba a la par que mi acompañante. Justo cuando me estaba preguntando para qué quería que saliéramos, lo escuché hablar. Fruncí levemente el entrecejo, aún sin mirarlo. ¿Acaso no sabía que trabajaba en el Departamento de Juegos y Deportes Mágicos? Siendo sincera, me parecía raro que no lo supiera. Aunque quizás lo supiera y me lo preguntara por mera formalidad. Sí, era lo más probable. Me encogí de hombros mientras seguía mirando al frente. - Pues estoy trabajando en el Ministerio de Magia... En el Departamento de Juegos y Deportes mágicos. Ya conoces de sobra mi pasión por los deportes de nuestro mundo..., especialmente por el Quidditch. - Y no era algo que conociera él solo, pues lo sabía bastante más gente. - Y, también, me he estado dedicando a ayudar en todo lo que pude a la Orden. - En caso de que él se hubiera pasado al bando contrario no había hecho muy bien en mencionar a la orden, pero bueno, tampoco iba a ocultar que yo pertenecía a ésta sólo porque él estuviera en el bando contrario.

Tras unos minutos sin decir una palabra más, giré la cabeza hacia él. - A ti ahorro preguntarte dónde has estado. - Ya no sólo por mi trabajo, también había sabido de su vida por los medios de comunicación. - He estado oyendo noticias tuyas desde que empezaste en lo del Quidditch. - Suspiré, mientras miraba hacia el suelo y seguía caminando. - Y por lo que se ve, te va todo bien... - Me gustaría atreverme a preguntarle algo más, sobre todo de su vida privada, pues de su vida pública ya sabía bastantes cosas, pero no sabía si le debía preguntar algo. - Y... Eh... - Y aquí estaba la 'valiente' Katie, la que en el Quidditch podía con todo, casi tartamudeando. Era increíble que yo estuviera así. - Y por el resto, ¿qué ha sido de tu vida? Me refiero a la vida privada, claro... - Bueno, al final había tenido el valor suficiente como para preguntárselo. Esperaba que no me mandara a la mierda por haberle hecho esa pregunta.

Odiaba esos silencios que se producían entre nosotros. Un par de años atrás quizás ni me molestarían, pero ahora no me resultaban muy cómodos, si debía de ser sincera. No sabía si callaba porque no quería hablarme, porque no sabía qué decir o sólo él sabía por qué eran. Lo que sí sabía es que me hacían pensar que no le interesaba lo más mínimo nuestra conversación. Suspiré, mientras alzaba la vista hacia el cielo. En esos momentos desearía haberme quedado en el Londres muggle. Allí sería casi imposible que me encontrara con él. Pero no eran tan mal educada como para irme en aquel instante y dejarlo con la palabra en la boca. Estaba segura de que después mi conciencia no me lo perdonaría.

Hice un gesto entre un asentimiento de cabeza y un encogimiento de hombros. - Hombre, a ver... Si me quieres contar algo de tu vida pública, no te lo voy a prohibir, vaya; pero esa parte ya la conozco por los medios. - Y, si había de ser sincera, para saber algo de su vida pública, no tenía nada más que hacer que abrir un periódico. - Ah, pues yo a unos cuantos mortífagos los tengo que ver diariamente en el trabajo y aguantarme las ganas de echarles una maldición imperdonable. - Solté lo último como si le estuviera diciendo la hora. Era conocido de sobras mi odio hacia los mortífagos y hacia los que, aún sin pertenecer al grupo anterior, discriminaba a la gente por su sangre. Me quedé callada unos instantes, mientras pensaba en algo de lo que me había dicho. - Entonces... ¿Quieres decir que te sigues viendo con alguno de los mortífagos? - Bueno, la verdad era que tampoco podía 'reprocharle' nada, pues habiendo pertenecido a Slytherin, sería algo normal que tuviera contacto con alguno del bando de Voldemort..., ¿no? O quizás no era tan normal... Había luchado en nuestro bando en la Segunda Guerra. - ¿Y no crees que sería algo peligroso seguir viéndote con ellos? - Vale, ahora estaba mostrándome algo paranoica, pero... No quería que le pasara nada.

Spoiler:

Negué un par de veces con la cabeza mientras lo escuchaba igual. - Tú no lo entiendes. No entiendes nada - Suspiré mientras pensaba cómo seguir hablando o, más bien, qué decirle. - Tú no eres un nacido de muggles; al igual que tampoco has sido Gryffindor. - Callé durante unos segundos. - No te voy a decir que me avergüence de mi origen o de la casa que he tenido en Hogwarts, porque, entonces, te estaría mintiendo. Pero durante siete años ellos me han estado amargando la existencia. - Vale, en parte estaba exagerando, pues no me habían amargado todos los días durante esos siete años, pero por poco no lo lograban. - Y sí, tienes razón. De nada me serviría matarlos. Mejor los torturo. Así sabrán qué es lo que están haciendo ellos. - No sabía en qué punto de mi vida me había vuelto así, pero suponía que se debía a que estaba harta de todas las injusticias que se acometían a todos los que no estaban de acuerdo con Voldemort.

Sonreí, aunque estaba claro que mi sonrisa no era de felicidad; ni por asomo me sentía feliz en ese momento. Simplemente, me encontraba... alucinando. Sí, ésa era la palabra. - ¿Me lo parece a mí o el mundo se ha vuelto del revés? ¿Te parece normal que te ayuden después de haber luchado al lado de la Orden en la Segunda Guerra? Perdona que te lo diga, pero éso es cualquier cosa menos normal. - Casi me tuve que morder la lengua literalmente para no seguir soltando perlas peores.

Volví a negar un par de veces con la cabeza. - Entonces será mejor que nos separemos aquí... No vaya a ser que piensen que te has pasado al bando de los 'malos' por estar hablando con una de la Orden. - Tragué saliva, visiblemente incómoda. No quería tratarlo así; al contrario. No quería llevarme mal con él; quería volver a estar tan bien con él como habíamos estado cuando éramos novios. Pero sabía que no podía ser; ya no podría ser. Me paré en seco y me giré hacia él. - Así que nada... - Me encogí de hombros. - Espero que todo te vaya bien en la vida. - Me di media vuelta, mirando hacia el camino por el camino que habíamos venido. - Y que sepas que me ha alegrado verte. - Me quedé allí parada, de pie, con los puños apretados. Odiaba estar así con él, pero era lo que tocaba. Parecía que esos dos años habían marcado un antes y un después en nuestra historia y que ya no podríamos salvar la distancia que nos separaba. Me estaba embargando la rabia de saber que no podía hacer nada para que todo volviera a ser como antes de la Segunda Guerra.

Spoiler:

Estábamos yendo de Guatemala a Guatepeor. De eso era de lo único que podía estar completamente segura. Hice oídos sordos a cuando me llamó. Si pensaba que iría tras él cuando me llamara cual perrito faldero, lo llevaba claro. Las cosas no funcionaban así. Al menos no conmigo. Mi sorpresa fue supina cuando sentí que me cogía de un brazo y me giraba hacia él. Me quedé unos segundos mirando su mano en mi brazo; tirando luego violentamente de éste y haciendo que, de esta manera, me soltara. Hace sólo unos momentos me encantaría estar tan cerca de él y ya no digamos si me gustaría que me tuviera cogida de la cintura... Pero ahora no. Estaba claro que ése no era el momento en el que debía sentir eso; algo que quedó patentado cuando se separó de mí. - Claro. La reputación. Cómo olvidarla. - La ironía era la que dirigía mis palabras. - ¿Y no te has parado a pensar que podrías perder o haber perdido ese 'nombre' al salir con una sangre sucia? - Resoplé. - No sé por qué esa gran importancia que se le da. - Tomé aire, intentando relajarme, sin conseguirlo; sabiendo que en breves perdería los papeles.

Negué un par de veces con la cabeza, mientras se me formaba un nudo en la garganta. La rabia me estaba inundando y sabía que aquello no era bueno. - Pues, ¿sabes qué te digo? Que te vayas con tus amigos y a mí me dejes en paz, ¿sí? - Retrocedí un par de pasos, pues tenerlo tan cerca de mí me confundía. - Pero después no me vengas llorando, ¿sí? - Intenté tragar saliva; una tarea algo difícil debido al nudo que se me había formado en la garganta. Se me anegaron los ojos con lágrimas; lágrimas que, durante unos minutos, tuve a raya. - Mejor dicho: no vuelvas a mí. Ni llorando ni sin llorar. - Sabía que estaba hablando de más, dejándome llevar por la rabia; al igual que sabía que después me acabaría arrepintiendo. Pero también sabía que, o se lo soltaba o acabaría explotando. - Pensarás que todo te lo digo por decir; por fastidiarte. Pero no, no es así. - Miré a mi alrededor, suspirando de nuevo. - Tengo miedo, Derek. Miedo de que algún día pase algo. Siempre he estado buscando noticias tuyas; sólo para saber cómo estabas. Y ahora me preguntarás que por qué no había intentado establecer contacto contigo. - Después de un nuevo suspiro, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. - Tras tanto tiempo sin tener noticias directas tuyas, me dije que lo más seguro era que yo no te importase lo más mínimo. No sé si me equivoqué o no. Lo único que sé es que lo más prudente era eso: saber de ti por las noticias. - Callé por unos segundos, dejando que mis lágrimas siguiesen cayendo sin ton ni son. Me pasé una mano por el cabello, revolviéndolo levemente. - Y siento lo de antes. Puedes irte con quien quieras. - En mis palabras no había el reproche que cabría esperar que hubiera. Sólo había una afirmación. Nada más. - Yo no soy nadie para decirte con quién debes o no estar. A mí no me debes ninguna explicación. - Saqué la varita del bolsillo y, con un movimiento, hice aparecer un paquete de pañuelos. Me sequé un poco la cara con uno de ellos. - Aunque tampoco te puedo decir que no me gustaría que estuvieras con nosotros; pues estaría mintiendo. - Sí, me encantaría que estuviera en la Orden; pero no podía hacer nada si él no quería formar parte de ésta. Bajé la cabeza; dando, además, medio inconscientemente, medio queriendo, un par de pasos hacia él. Intuía que él se volvería a separar de mí, pero, si habría de ser sincera, tampoco era que eso fuera lo que más me importara en ese momento. Después de todo lo que le había dicho ya me había quedado más tranquila y la rabia que sentía se había esfumado por completo. Me encogí ligeramente de hombros; mientras, una leve sonrisa apareció en mis labios. Lo que no quería decir que también apareciese en mis ojos, pues no era así, éstos se encontraban apagados. - Yo, simplemente, te seguiré esperando; queriéndote de la misma forma que antes de la Segunda Guerra. - Bueno, quizás no fuera exactamente igual que dos años atrás, pero lo que sí era verdad era que lo seguía queriendo. Con otro movimiento de varita, hice que desaparecieran tanto el pañuelo usado, como el paquete con los pañuelos sin usar.

Resoplé y lo miré entornando los ojos y negando un par de veces con la cabeza. - ¿Se puede saber qué cosas no eran así, Parkin? Porque, de verdad, no te entiendo. - Vale, y ahora no me decía nada. Parecía que me había quedado hablando sola, que no era algo que me molestase, desde luego; pero si hablaba sola, al menos me gustaba estar sola de verdad, no estar con alguien y que me hiciera sentir que hablaba sola. Era obvio que lo que le estaba contando yo no le interesaba lo más mínimo; por no decir que no le interesaba en absoluto. Aún me estaba preguntando por qué se había molestado en decirme que saliéramos de Cabeza de Puerco... Para lo que estaba sacando en limpio de nuestra conversación, casi habría sido mejor quedarnos dentro del bar, pero cada uno por su lado, claro.

Lo sabía. Sabía que acabaría retrocediendo. Bufé, totalmente disconforme, pero sin moverme esta vez de donde estaba. Bien, se había confesado. Se lo había dicho y, ¿cuál era su respuesta? Silencio; otra vez silencio. Bufé de nuevo en cuanto escuché su pregunta y me crucé de brazos. En ese instante me sentía como si fuera idiota. ¿Es que acaso no le importaba lo que le había contado? Oh, por supuesto que no, ¿cómo le iba a importar que aún le quería? Que a él le importara eso era como pedirle peras al olmo... ¡Imposible! - Viendo lo poco que te importa lo que te he dicho, pues... No, no tengo nada más que decir. - Fruncí el ceño, mientras miraba la calle por detrás de él. Sí, aún tenía la esperanza de que él siguiera sintiendo algo, pero vamos... Eso era misión más que imposible.