Tras la pequeña charla [Katie Bell]

Tras llevar una semana de intenso trabajo, mi jefe decidió darme el día libre; algo que, por descontado, no pasaba todos los días. Así que decidí aprovechar bien el tiempo e ir a hacer algunos recados que tenía que hacer desde hacía un par de días y que, por causa de estar trabajando, no podía haber hecho. Por la mañana, fui a hacer la compra de varios productos que me hacían falta para la supervivencia en casa, donde vivía yo sola, y que, por supuesto, o lo compraba yo o no habría manera de que otra persona lo comprara. Después me fui a comer a un bar muggle, donde me manejaba yo tan bien gracias al hecho de que era nacida de muggles y que ése era mi mundo.

Por la tarde decidí no hacer nada. De hecho, sólo me apetecía ir a dar un paseo por Londres y, poco después, irme ya a casa. Pero a media tarde decidí abandonar el Londres muggle con la intención de dirigirme al Londres mágico. En concreto, me fui a Hogsmeade, el único pueblo británico que era totalmente mágico y que, además, estaba al lado de Hogwarts, mi antigua escuela de magia. Me aparecí en una de las calles y, tras caminar durante un rato por éstas, llegué a enfrente de Cabeza de Puerco, el pub del pueblo y donde todavía recordaba que había sido la primera reunión del Ejército de Dumbledore. Me quedé unos momentos mirando la puerta y, al final, encogiéndome de hombros, decidí entrar en él. Sabía que ahí nadie me molestaría. Lentamente, me acerqué a la barra y pedí una cerveza de mantequilla a Aberforth, el hermano de Albus Dumbledore y, además, camarero del bar. Me senté en un asiento al lado de la barra y me quedé mirando a la gente que estaba en la estancia. De repente, vi sentado en una mesa un rostro que se me antojó muy conocido. Era Derek. Elque había sido mi novio un par de años atrás. Con cierta vacilación y la cerveza en mano, me acerqué a él y me quedé de pie. - Derek... - Mi voz era apenas un susurro. No sabía si debía decirle algo más o no y allí me quedé, de pie, mirándolo como si fuera idiota. Además, en ese momento regresó a mí todo lo que había sentido por él; todos esos bonitos sentimientos.

No me podía creer que, tras dos años sin vernos, lo tuviera ahora ahí delante. Dos años en los que sí, me había acordado de él, desde luego. ¿Cómo no me iba a acordar de él? Quizás me había acordado de él más de lo necesario; pero nunca había tenido el valor suficiente para enviarle una carta o algo. Quizás por miedo, quizás por pereza... No lo sabía. Quizás también fuera porque se pudiera dar el caso de que él se pasara al bando de los mortífagos y, siendo yo de la orden del fénix, no sería muy bueno que estuviéramos juntos... O eso quería creer. Porque sí, lo había echado de menos. Pero siempre pensé eso, que era parte de los mortífagos, para así hacerme creer que en realidad no lo quería y que, tampoco, quería saber nada más de él.

Y ahora que lo tenía ahí delante sabía que, por mucho que me lo hubiera negado durante esos dos años, aún sentía algo por él, por el moreno que tenía enfrente a mí. Pero no, no se lo iba a decir. ¿Por qué? Pues básicamente porque hacía dos años que no lo veían y en ese tiempo pueden cambiar muchas cosas, y ya ni hablemos de los sentimientos, que hasta pueden cambiar en un mismo día. Me sentó como una patada en el estómago que me llamara por mi apellido. ¿Es que ya se había olvidado de cómo me llamaba? Sólo recordaba que me hubiera llamado por el apellido una vez; en concreto, la primera vez que hablamos. Pero después de esa vez, nunca más. - ¿Qué... qué tal todo? - Recorrí su rostro con mi mirada, mientras me acordaba de todas las veces que habíamos estado juntos.

Me sentía una inútil allí de pie, cerveza en mano. Quizás no hubiera sido buena idea ir a hablar con él. Lo mejor sería que me diera la vuelta y me volviera a la barra. Estaba totalmente segura de que me sentiría muchísimo más cómoda hablando con Aberforth que con Derek. Ojalá pudiese retroceder en el tiempo y no dejarlo pero... Había sido la mejor solución que pudimos haber tomado. Después de todo lo que había pasado en la guerra y con el caos consiguiente... Sí, definitivamente había sido la mejor solución. Vale, en realidad pensaba que era la peor decisión que había tomado, aunque sabía que había sido la correcta... O eso me hacía creer. Estaba hecha un real lío acerca del chico. Quería hacerme creer que sí, que era la mejor decisión del mundo, pero sabía que no era así; al igual que también sabía que su silencio estos dos años había dolido más que cualquiera otra herida física que pudiera tener.

Torcí el gesto cuando me dijo que estaba a punto de marcharse. Sí, la mejor solución sería irme de allí. - Pues... - Me encogí de hombros, sin saber bien qué decir. - Bien... - Lo dije no muy convencida, pues ahora que lo había visto a él no sabía si estaba bien o no; aunque me gustaría decir que, verdaderamente, me encontraba bien. - Pues si te vas a marchar, ya no te entretengo más. A... adiós. - Maldecía el temblor de mi voz. Pero ahora no serviría de nada rectificar. Suspiré y, habiendo terminado de hablar, me di media vuelta, con la intención de ir hacia la barra del bar.

Parecía ser que ni yo ni mis palabras le interesábamos lo más mínimo, pues ni siquiera se molestaba en mirarme cuando le hablaba. Aquello era indignante. Desde luego que la mejor idea habría sido quedarme hablando con Aberforth o con cualquiera de aquellas extrañas personas que estaban en el bar. Seguramente tendría una conversación más interesante que con mi antiguo novio. No podía creer que aquello pudiese cambiar tanto en un par de años. Ahora, por muy poco que me gustase, éramos poco más que un par de conocidos.

Ya estaba caminando en dirección a la barra cuando Derek apareció, por sorpresa, delante de mí. Me gustaría saber qué era lo que quería ahora. No parecía que estuviera muy cómodo con mi presencia, así que no era muy normal que ahora se plantara enfrente de mí. Sorprendente lo que las personas podían llegar a crecer en dos años. Parecía que nos habíamos intercambiado los papeles. Además, ahora se veía más atractivo que antes. Me quedé un par de segundos mirándolo cual idiota. Suerte que pronto me recuperé y bajé del séptimo cielo al momento.

Lo miré algo confusa, sin saber muy qué decirle. A punto estuve de decirle que no, pero pensé que lo mejor sería decirle que sí, sólo para saber qué quería. - Oh... Claro - Me acerqué a la barra, donde dejé la cerveza de mantequilla y se la pagué a Aberforth. Seguidamente, crucé el bar, saliendo de éste y esperando al chico fuera.