Here we go again... {Astoria}

Daniel suspiró mientras salía de la extraña tienda, había estado en el callejón Knockturn un par de veces en toda su vida, y con eso para él era mucho más que suficiente ¡Qué lugar más horrible! Suspiró, molesto por el horrible tiempo que hacía en Londres aquella temporada... por no decir siempre y se cubrió con la chaqueta la cabeza mientras se metía en el primer bar que encontró. Craso error. Todo el mundo se volvió a mirarle y se sintió repentinamente incómodo, fuera de lugar. "Vamos, se un mortífago, tienes que aparentarlo" evitó tragar saliva y levantó la barbilla de forma altiva, recolocándose bien la chaqueta con todo el orgullo que le fue posible encontrar y se encaminó hacia la mesa más alejada de todo el mundo con toda la lentitud del mundo, como si hubiera estado allí millones de veces, mientras se esforzaba en que su paso no se acelerara demasiado y le delatara, se fijó en quién estaba en la mesa a la que se dirigía.

Astoria, una chica "de su equipo", no le caía mal y podían haber llegado a ser amigos... pero eran, y en el fondo Dan lo sabía, enemigos por naturaleza, no podía creer que alguien como ella apoyara la causa de los mortífagos, pero como, teóricamente, él también la apoyaba, lo mejor sería seguir con su interpretación, se sentó con ella, dejando la bolsa de hierbas y otros ingredientes en el suelo a su lado y le indicó al camarero que le trajera una cerveza de mantequilla y a ella otra copa de lo que había estado tomando:
-¿Qué pasa Ast? -dijo, acomodándose en su asiento- ¿Día de compras?

Astoria todavía tenía el pelo y los hombros un poco mojados por la lluvia, y Dam se quitó la camisa que llevaba sobre una sencilla camiseta lisa negra y se la pasó para que se cubriera con ella, le hubiera dado la chaqueta, pero estaba en peores condiciones que la misma chica. Dirigió una mirada fulminante al viejo hombre que la miraba apoyado sobre la barra y le pagó por adelantando al camarero cuando les trajo lo que había pedido. No tenía motivo para hacerlo, pero le devolvió la sonrisa cuando la vio sonreírle, bajó la mirada hasta las bolsas de la chica y asintió:
-No, no es un buen día -coincidió, dándole un trago a su cerveza de mantequilla y desviando la vista hasta la copa de ella- ¿Va todo bien? -preguntó, no era de las que soliera beber algo tan fuerte... o al menos eso creía el chico.

Se inclinó hacia atrás a la silla y tachó de una pequeña y desorganizada lista lo último que tenía que comprar antes de volver a guardarse el papel en el bolsillo. A veces, olvidaba cuando estaba "actuando" y cuando no, la pose altiva, eso de mirar por encima del hombro a todo el mundo y creerse mejor que los demás no era lo suyo, definitivamente, pero recordó como empezaba a sentirse sobre los muggles.¿Y si se estaba volviendo... malo? Esos pensamientos hicieron que le diera otro trago a la cerveza, mucho más largo que el anterior ¿Es que no podía centrarse sólo en una conversación?

Pero es que era ella, Ast, una chica que parecía mucho más de lo que mostraba, que hubiera querido conocer mucho más sino fuera porque algún día, tendrían que estar enfrentados. Tragó saliva mientras dejaba la cerveza sobre la mesa, tenía miedo ¿Por qué negarlo? No quería convertirse en un mortífago, no quería que sus ideales le llegaran a la mente, no quería eso, pero en el grupo había gente: Ginevra, Astoria... que ¿Por qué estaban allí? Tal vez las habían educado así... y en tal caso, no tendrían la culpa. Trató de apartar esos pensamientos, era una conversación trivial, nada más ¿Por qué tenía que preguntarse siempre de todo?

La ironía en el tono de la chica hizo que Dan se riera, sin ánimo de ofender, le parecía divertido el hecho de verla allí, mojada y rodeada de bolsas, en un bar en el que no había precisamente buen ambiente, sola y con un whiskey en la mesa frente a ella. Al menos ahora no estaba sola, aunque algo le decía a Daniel que debía tener cuidado, no debía encapricharse con ella, por encima de todo, debía mantenerse al margen y que sus sentimientos quedaran a raya, sino ¿Qué haría en un enfrentamiento directo de ambos bandos? Al escucharla, Dan se dio cuenta de que no estaba precisamente de buen humor, y él descartó un montón de ocurrencias divertidas a modo de broma, pues la mayoría contenían la palabra morífago en ellas.

-Bueno... si te sirve de algo, esta noche tendrás mascota -dijo, intentando tomarse las cosas con calma. Había estado comprando hierbas para realizar una poción que le evitara transformarse, pero normalmente sólo reducía los efectos de la luna llena, puesto que realizar la poción a la perfección era algo que se escapaba a sus conocimientos y capacidades- Aunque no aseguro que no vaya a morder -ironizó de nuevo, pasándose una mano por el cabello mojado y despeinándose al hacerlo.

No era que eso fuera a animarla, pero Dan era parte humano al fin y al cabo, la dolorosa transformación le hacía temblar de pies a cabeza ¿Para que mentir? Y necesitaba decírselo a alguien, aunque fuera a modo de broma.

Al menos ella se había reído, sin forzarlo, con total naturalidad, y eso hizo que Dan sonriera también con sinceridad. "Supongo que será un perro" dijo Astoria, y él se recostó en la silla respirando hondo. Bueno, eso no estaba tan y tan lejos de la realidad, después de todo, un lobo era un perro grande, con peor humor, y diez veces más letal. Ella no sabía lo que era, y tal vez sería mejor que la cosa siguiera así... pero se había expuesto y era tarde para arrepentirse, además otros mortífagos lo sabían ya y no le serviría de nada ocultarse. Una buena coartada implicaba el menor número de secretos posibles y ese, su mayor secreto, era algo que bien debía confesarle si quería ganarse su confianza.

Se inclinó, apoyando los codos sobre la mesa, hacia ella. No era algo que soliera decir en voz muy alta, y no iba a hacerlo en un lugar como aquel, lleno de magos borrachos y hechiceros olvidados que no dudarían en apuntarle con la varita si creían que era una amenaza. No, era mejor mantener la discreción:
-Tu mascota será un perro más bien un poco grande... -dijo él, ya muy cerca de ella, y se incorporó por encima de la mesa hasta que sus labios rozaron la oreja de ella- Un hombre lobo -susurró, y cerró los ojos un momento, no estaba seguro de querer ver su reacción, así que se inclinó de nuevo hasta sentarse, evitando mirarla, y por poco se termina la cerveza de un sólo trago ¿Tendría miedo de él? ¿Hasta que punto llega la confianza cuando sabes que un amigo es, en realidad, un monstruo?

Miró sorprendido a Astoria cuando ella dijo que se quedaría con él, aunque se mantendría alejada cuando él se transformara ¿De veras? Enarcó una ceja, sin apartar la mirada de ella, y trató de no sonreír demasiado cuando ella le besó la mejilla. No podía creer que quisiera arriesgarse tanto... ¿Por él? No, seguro que eran imaginaciones suyas, ella se terminó la copa de un trago y él no pudo evitar sonreír. Nunca nadie se había quedado con él en una transformación, porque solía mantenerlo en secreto y quería mantener a todo el mundo a salvo de lo que pudiera hacer:
-Astoria yo... -dijo, con las palabras: "No deberías hacerlo, te pondrás en peligro, no tienes por qué" en la punta de la lengua, pero ella incluso se ofreció a ayudarle con las pociones y él sintió que, por una vez, podía permitirse correr el riesgo, que lucharía por controlarse, que haría cuanto fuera posible para mantenerla a salvo, porque realmente, la necesitaba allí con él- Está bien -dijo, sin perder la sonrisa- Gracias... -añadió, a la vez que se terminaba él también la cerveza.

No era que no quisiera admitir que necesitaba ayuda, que quería ayuda, sino más bien estaba asustado por lo que pudiera pasarle a ella, y todavía sorprendido porque se hubiera ofrecido a acompañarle, ella no tenía ni idea del apoyo que eso significaba para él.

La verdad es que el tiempo que le llevó a Dan asumir que Astoria no se iba a echar atrás en su propuesta no tuvo nada que ver con la enorme alegría que sintió instantes después, ella le sonrió, le revolvió el pelo y se ofreció de nuevo a ayudarle con la poción, a lo que el chico asintió, levantándose también y acercándose, siempre al lado de ella, como si quisiera cubrirla de las miradas de los demacrados brujos del bar, a la barra. Le pagó al camarero, encargándose también de la bebida de Astoria, y luego se dio la vuelta, colocándose la chaqueta y dirigiéndose todavía junto a ella hasta la puerta. Al abrirla y mirar al exterior, se dio cuenta de que seguía lloviendo a mares y chascó la lengua disgustado:
-¿Te gustan las carreras? -preguntó enarcando una ceja con cierta diversión, y antes de que pudiera responder la cogió de la mano y, asegurándose de que no iba a hacerle daño o perderla por el camino, echó a correr en dirección a la salida del callejón Knockturn, y allí a la vuelta de una esquina de una calle muggle, encontraron el traslador que los dejaría muy cerca del piso de él. Consultó la hora y tragó saliva, apenas faltaban un par de horas para la luna llena.

-¿Preparada? -preguntó, y dirigió su mano al traslador, que resultaba tan sólo una pancarta en una pared para el resto del mundo.

Más que divertido por la reacción de la chica, Dan había corrido hacia el traslador sin soltar en ningún momento su mano, no quería perderla por el camino ¿Dónde quedarían sus ya de por sí maltrechos modales? Justo cuando puso la mano en la pancarta, sintió que ella se abrazaba a él para no quedarse en aquel callejón húmedo y lluvioso, así que le pasó un brazo por la cintura, pegándola más a él incluso de lo necesario, para cuando "aterrizaron" a apenas unos metros de su casa, Dan respiró hondo. Había logrado convencer (con mentiras y engaños, sí) a su padre para que se marchara unos meses con su cuñado a Francia, lejos del peligro que se avecinaba, por tanto, llevaba ya un mes viviendo solo. Mejor, así su padre estaba sano y salvo.

La lluvía seguía cayendo, así que separándose de Astoria con cierta lentitud, le sonrió ampliamente e hizo un gesto hacia su casa, no era muy grande, pues ni él ni su familia eran ricos, pero para él era y sería siempre un hogar:
-Te presento mi humilde morada -dijo sin perder la sonrisa, y, cuando llegaron al porche la invitó a pasar.

Era de una sola planta, con un pequeño jardín alrededor y un porche delantero de madera en el cuál había un viejo banco pintado de blanco, el interior no era mucho mayor: tres dormitorios, dos de ellos ahora vacíos, un baño, un salón con una mesa que hacía las veces de comedor y la cocina.

Cuando entraron en la tan familiar casa de Dan, él se sintió mucho más cómodo que en aquel bar mugriendo del callejón Knockturn, a pesar de que en ambos lugares estaban resguardados de la lluvia, aquello era, simplemente, casa. Rió con el comentario de ella al entrar y se sintió incluso algo avergonzado, le estaba enseñando su casa a una chica que seguramente viviría en una mansión tan grande como la de los Malfoy. La miró y le sonrió de medio lado antes de pasar a su lado para dejar la bolsa de hierbas en la cocina, se dio la vuelta y le señaló la mesa para que dejara ella también las bolsas. Pero en la repisa de la cocina estaba el boceto de la mansión Malfoy que había dibujado para la Orden, junto con otros papeles que, de ser vistos por un mortífago, le delatarían claramente, tragó saliva y la miró, volviendo a sonreír:
-Me alegra de que te guste -dijo, situándose de forma que pudiera cubrir la mayor parte de los papeles mientras la miraba discretamente- Mi hermana... tendrá la misma talla que tu ¿Quieres que busquemos alguna otra cosa que ponerte? -preguntó, rascándose la nuca y señalando el pasillo que daba a los dormitorios.

Sabía que podía confiar en ella, pero si descubría aquellos papeles de la Orden estaba perdido, sólo esperaba no haberse dejado otras cosas que le delataran en la casa.

Para mala suerte de Dan, Astoria no parecía tener muchas prisa por estar seca otra vez, y rechazó la invitación de él a ponerse algunas ropas de su hermana, la verdad era que no sería mayor problema que ella se resfriara, eso se curaba, un avada kedavra era algo... un poco más difícil de resolver, y era lo que el chico recibiría si por casualidad, su amiga descubría su secreto, se dio la vuelta al escuchar su voz detrás de él y le sonrió:
-¿Esconder? Me has pillado, la cocina no es lo mío... quería convertirme en todo un cocinero experto y quería esconder estas recetas y decir que lo mío con los fogones era un talento natural -era la excusa más estúpida y poco creíble que había dicho en su vida, y le había dicho muchas a mucha gente (sobre todo profesores) muchas veces, pero los nervios se habían apoderado de él, cogió a Astoria pasándole un brazo por los hombros y tratando de guiarla hasta el salón- Eh... mejor hacemos la poción con el fuego de la chimenea -comentó.

Un fallo, un despiste, unos papeles olvidados sobre una encimera, todo eso podía costarle la vida, a él y tal vez a más miembros de la Orden, y no podía permitirse ser responsable de tantas cosas, pero al fin y al cabo, era humano, y se equivocaba a veces.

Dan había cambiado ya tres veces de opinión en el corto período de tiempo que había pasado desde que habían llegado a casa: la cocina, el cuarto de su hermana, el salón. Pero necesitaba sacar a Astoria de la cocina como fuera, y por eso pasó un brazo por sus hombros, en ademán de guiarla amistosamente hacia allí, pero tendría que haber sabido que ella no era estúpida. Y antes de que salieran de la cocina, Astoria fue más rápida que él y, escabulléndose de su brazo, alcanzó algunos de los papeles que Dan, desordenado como era, tenía esparcidos por la encimera. Trató de atraparla, y la idea de empujarla hacia el salón era cada vez más tentadora, cuando más desesperado estaba porque no viera esos papeles.

¿Qué otra excusa podía poner? Ya no sabía que decir, y ella se hizo con los papeles, mientras él la seguía dando zancadas hacia ella por la cocina. Ella estaba molesta, él lo supo por como lo miraba, vio que sentía traición y que, seguramente, iba a dar la orden, se acercó, cerrándole el paso, pensando que decir, que hacer:
-Astoria, yo... -empezó, pensando en que tal vez podía inventarse que estaba investigando a la Orden... pero no, todo aquello le delataba claramente y lo sabía, ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo hacer que no dijera nada? Un hechizo para que olvidara... una poción, no, si salía mal podría hacerle daño de verdad y no quería eso.

Tragó saliva, avanzando otra vez hacia ella y apoyando una mano al lado de la cabeza de ella en la pared, mientras bajaba la mirada y cogía los papeles, pero sin quitárselos:
-Lo explicaré, verás... -empezó, aunque todavía no había decidido que decir, un ataque de tos le sacudió y se apartó de ella, doblándose por la mitad a la vez que sentía como algunos de sus huesos empezaban a crujir. La transformación se acercaba, maldición, maldición... tragó saliva y sabía a sangre.

Para entonces, Astoria ya se había dirigido al salón y la siguió, con la palabra en la boca todavía y sus huesos resintiéndose con cada paso:
-Puedo explicarlo, de veras -repitió, y se apoyó en el brazo del sofá mientras le sacudía un nuevo ataque de tos. Pero Astoria parecía dispuesta a hacer la poción, así que se limitó a mirarla, pasándose el dorso de la mano por los labios y mirándola mientras ella preparaba las cosas para la poción- Gracias... -susurró.

Pero Astoria, como había visto Daniel antes, parecía muy concentrada en la poción ¿Por qué? ¿Quería evitar que se convirtiera para que no fuera peligroso y poder llevarlo ante los mortífagos? ¿Quería elaborarla mal para matarlo? No, usaría un hechizo para cualquiera de aquellos casos... ella, no, ella no haría eso ¿Verdad? No habían intercambiado muchas palabras, no habían tenido más contacto que algún que otro roce, pero aún así, Dan creía que tal vez y sólo tal vez, podría haber encontrado una amiga en aquel clan de asesinos. Ast siempre había sido distinta para él y ahora iba a perder eso, iba a perderlo todo por un despiste.

Todavía pensando en una situación, se acercó, sintiendo como su cuerpo parecía estar quejándose cada vez más por cada movimiento, se llevó una mano al pecho y luego, cuando volvió a toser, se volvió dándole la espalda hasta que se le pasó, luego se acercó un poco a ella:
-Lo sé, Ast... no puedes -tosió otra vez, más sangre, su cuerpo se preparaba para cambiar- No puedes quedarte aquí, te haré daño -dijo, viendo como seguía preparando la poción. No parecía enfadada... ¿O era sólo que él no quería verla así?- No digas... por favor -quería pedirle que le diera tiempo para explicarse, pero la tos se lo impidió una vez más, haciendo que se doblara sobre sí mismo.

Sentí como se acercaba pero la tos, nuevamente le vino, lo cual me hizo preocuparme aun mas de lo que estaba, escupía sangre con cada ataque de tos.

Le escuchaba advertirme, entre cada ataque de tos, que no debía quedarme, que me haría daño si me quedaba, pero había aceptado correr ese riesgo desde un primer momento y aunque ahora que estaba cerca su transformación, debía admitir que estaba algo asustada, pero confiaba ciegamente en el. De nuevo la tos lo interrumpió una tos peor que las anteriores ya que le hizo doblarse.

Mire furiosa al caldero ¡Maldita poción!¿Cuanto le quedaba?¿Cuanto tiempo faltaba para que estuviera lista? El tiempo no era algo que me sobrara, ni a mi ni a él, y la espera me empezaba a inquietar.
Me llevé la mano a la pierna asegurándome de que mi varita estaba escondida bajo mis medias. Tenia la mala costumbre de dejármela en cualquier sitio y terminaba olvidándomela, nunca la usaba y cuando la necesitaba nunca la tenia a mano, por suerte hoy si la llevaba conmigo. Si llegara el caso en que tuviera que usarla para protegerme de la criatura en que se iba a convertir en cuestión de tiempo, lo haría, pero nunca con el fin de hacerle daño

Dan observaba los gestos de Astoria una y otra vez, como esperando que hiciera algo, lo golpeara, llamara al resto de mortífagos, le lanzara el caldero hirviendo, lo dejara fuera de combate con un hechizo... pero lo único que ella hizo fue ponerse más nerviosa conforme más tardaba la poción en estar lista. La sangre manchaba ya su mano y parte de su jersey, tragó saliva sintiendo como se iba debilitando:
-Hay que salir -dijo, cuando pudo hablar sin ahogarse con su propia sangre- Al bosque, hay una cueva... algunas cadenas -explicó y le sobrevino un nuevo ataque de tos- No dudes en apuntarme -dijo- Puedes subirte a un árbol o...

Otra vez la tos, la sangre, y cada vez esa sensación de cansancio mezclada con adrenalina de antes de la transformación que le indicaba que tenía poco tiempo:
-Es demasiado peligroso -concluyó, pasándose la otra mano por los labios y aclarándose la garganta para dejar de toser sangre, aunque no funcionó- Debes irte.