¿A escondidas? [Libre]

¿Serían verdad aquellos rumores sobre la joven Waldorf? Después de haber estado en las mazmorras en visita a la joven pelirroja que tenían allí encerrada, estaba cabreado. A causa de que por lo visto, aquellas mazmorras se estaban convirtiendo en una clase de hostal para mendigos. ¿Quien narices había llevado una manta a esa sabandija? Habían rumores, de que Ginerva Waldorf, se había estado viendo con la presa a escondidas.

La verdad es que no quería creérselo, ¿Uno de sus mortífagos traicionándole? Por encima de su cadáver, pensó. Pero debía asegurarse, caminaba a paso ligero, su mirada perdida en las piedras del suelo de la calle, las manos en su espalda apretando con fuerza su varita, en esos momentos no tenía muy claro que hacer, tal vez, debía llamar a Waldorf para que le diera una explicación, ya que de ser verdad, sería castigada.

¿Pero que se creen? Fuera quien fuera, nadie es tal como para faltar al respeto de esa forma al mismo señor tenebroso. Estaba enfadado, cansado, harto de aquellas tonterías que no debían suceder. Empezaba a desconfiar, ¿Y si no fue solo la manta? ¿Y si había alguien que "mimaba" a las personas que habían allí encerradas? No se lo podía creer, sabía que alguien saldría mal de aquel encuentro, y no seria el.

Dio un suspiro poco convencido pero hizo llamar a la joven Waldorf para aclarar las cosas, no sentiría compasión, si de verdad era ella, le haría daño, mucho daño. Miró por la ventana hacia el cielo a la espera de la aparición de Waldorf. La esperaba impaciente, nunca confió del todo en ella y aquello le hacía desconfiar cada vez más.

Me habían mandado llamar. No cualquiera, sino Lord Voldemort, el Señor Tenebroso, al que supuestamente tenía que obedecer. Llevaba una camiseta de manga corta y unas especies de guantes sin dedos hasta el codo, de manera que me tapaban la Marca Tenebrosa de la que no debería, repito, no debería avergonzarme.

Me acompañó un elfo hasta una puerta. Una vez allí, se desapareció y bajé el picaporte, con la cabeza baja. Unos tirabuzones rebeldes se escapaban de la coleta y me bailaban alrededor de la cara, y el habitual rubor de mis mejillas había desaparecido.

Arrastrando levemente las botas de cuero que llevaba sobre los vaqueros muggles, entré. Apreté la varita en el bolsillo, sin levantar la mirada.

-M...¿me habíais llamado, Señor?-Pregunté, mirando al suelo en una señal de respeto.

¿Sería por lo de la manta?¿Se habría dado cuenta de algo así? Ojalá no. ¿Alguien habría dicho algo? Tal vez había sido una irresponsabilidad, pero yo no podía ver a la gente sufrir. De todas maneras, dejé mi mente en blanco. No sabía mucho ni de Legermancia ni de Oclumancia, pero él si. Y esperé que no lo usase, había tantas cosas en mi mente que prefería que no viese... Lo peor quizás no fuese lo de Ginny Weasley. Eso le pondría furioso, pero había momentos junto a Draco que no quería que viese. Eran momentos nuestros:

Nuestro primer beso en el baño durante una fiesta, como jugó conmigo y cómo me hizo creer que no le importaba nada el día después, los besos en el pasillo, la vez que acabé en la enfermería...

Seguía esperando. ¿Como podía tardar tanto la joven? Decepcionante, al verla entrar, le miro fijamente con una mirada fulminante que penetraba en las pupilas de Waldorf con desconfianza. ¿Por qué agachaba la cabeza? Estaba claro, ocultaba algo.

Pensó en aquel momento y con total certeza que ella era definitivamente culpable de aquella falta de respeto. ¿Una manta? Cada vez que lo pensaba le daban ganas de matarla.

Al escuchar sus palabras, cogió su varita, ya estaba dispuesto a cruccear a la joven pero cerró los ojos unos momentos manteniendo la calma, ya que debía asegurarse primero de que realmente fuera ella la culpable. Pasó una mano por su cabeza y llevo ambas tras su espalda empezando a caminar de un lado a otro. Seguidamente dijo con voz calmada y relajante. - Como podrás imaginar, hace poco fui a ver a una de las presas que se encuentran en las mazmorras de la mansión Malfoy, en concreto a Ginny Weasley. - Su voy se hacía mas ronca y se ponía de peor humor tal cual continuaba hablando sin cambiar de dirección la mirada que aun mantenía sobre los ojos de la joven. - Y cuando bajé con Malfoy, vimos que la pequeña pelirroja, estaba cómodamente acurrucada bajo una manta. No sabemos quien ha podido llevar esa manta a la joven pero, ¿No te parece una enorme falta de respeto hacia mi, Waldorf? - Observando la reacción de Ginerva, tenía mas que claro que había sido ella, pero tal vez, poniéndola en tal apuro, confesaría por si sola.

Se calló después de aquellas últimas palabras, quería observar con detenimiento lo que diría la joven Waldorf en aquel momento.

Intenté mantener la calma mientras paseaba a mi alrededor. Hice acopio de mis fuerzas y levanté la mirada hacia él, sin mirarle directamente a los ojos pues eso se consideraba una falta de respeto.
Así que era eso. Me habían pillado, como diría cuando era pequeña. Y no sabía muy bien cómo actuar. No podía admitirlo dado que moriría en ese mismo instante. Y no podía morir, no quería, era demasiado joven... Vale, quitando eso de lado, estaba claro que él lo consideraba una notable falta de lealtad.

Tragué saliva, pensando en qué decir. Tenía que escoger mis palabras con cuidado o acabaría mal, muy, muy mal. Y eso repercutiría a todos... Se me secó la garganta cuando habló de Draco. Así que él también lo había dicho. Milagro que él no estuviese ahí para ver como sufría, me extrañaba de sobremanera. Arqueé una ceja de manera casi imperceptible mientras tragaba saliva y me pasaba la lengua por los labios para humedecerlos.

-Tal vez quien quiera que lo hiciese simplemente quería mantener en condiciones a esa chica. ¿No era importante para atraer a Harry? Si tiene que mandarle un mensaje debería tener una voz al menos reconocible, de manera que tal y como estaba sólo conseguiría coger una pulmonía y no poder ni hablar.-Dije.

¿Inteligencia o estupidez? Me estaba jugando el cuello, la verdad. Y sabía que me caería una maldición cruciatus, o, al menos, lo sospechaba. Tanto si lo que yo decía le gustaba como si no, lo haría. Le gustaba ver sufrir, y yo le odiaba por eso. Nunca había experimentado una maldición así. Pero había visto cómo acababa la gente. Los Longbottom, por ejemplo. Me parecía lo más vil y rastrero que había.

Como él, pensé.

-

¿Les estaba tomando el pelo? ¿De qué de cree que va? Se podía ver por su forma de mirar y actuar que había sido ella, sonrió con malicia, nadie, absolutamente nadie, puede hacer tal cosas sin su permiso.

¿Protegerla para poder reconocer su voz? La verdad es que no era una mala excusa, pero no colaba ni por asomo. ¿A caso lo tomaba por tonto?

Tenía más que claro que aquella chica no le tenía ningún respeto así que se dejó de tonterías y saco su varita apuntándole al estómago con ella mientras reía con ironía durante un breve periodo de tiempo y para de reír en seco dando unos pasos hacia ella.

La miraba cabreado, se podía ver la furia y maldad que pensaba descargar con la joven Waldorf, con solo mirarlo a los ojos, esos ojos en los que parecían arder llamaradas de fuego. - ¿Entonces no sabes quien ha podido ser, Waldorf? - Dijo alzando mucho el tono de voz, la cual, cada vez se volvía mas ronca a medida que su cabreo aumentaba, daba cortos y lentos pasos amenazándola con la mirada y gritó de nuevo. - ¿A caso piensas que soy tonto? - Dijo aun más enfurecido.

Parecía que la joven pensaba que se chupaba el dedo. Respiró profundamente intentando mantener la calma mientras apretaba con fuerza su varita sin dejar de apuntarle.

Y de repente, me apuntaba y se reía con malicia. Cerré los ojos unos instantes, dando unos pasos hacia detrás y topándome con la pared. Estaba atrapada. Saqué la varita del bolsillo por inercia, temblorosa, sin poder mirarle a los ojos. No sabía si sería mejor mentir o decirle directamente la verdad, tal vez lo segundo sería una mejor idea, pero no lo sabía. Me temblaba el labio inferior y me lo mordí, intentando detenerlo.

Todo el color había desaparecido de mis mejillas. Entreabrí los labios para hablar, pero parecía que estaba muda, tardé un buen rato en conseguir entonar algún sonido para hablar. Levanté la mirada, temerosa.

-N...sí...Supongo qué...-Dije, con la voz temblándome, y bajé de nuevo la mirada, derrotada, hundida, temerosa. No podía escapar, estaba atrapada. Y él lo sabía.-Yo.-Susurré, con apenas un hilillo de voz, sin levantar la mirada.

No levanté la varita, simplemente no me moví, me quedé quieta, con la respiración acelerada debido al pánico alarmante que me ardía por dentro y el corazón que parecía que se salía de su sitio de lo fuerte que palpitaba. "Por dios, que acabe ya con ésto..." pensé. Tragué saliva y apreté con fuerza la varita que llevaba en la mano. Me sudaba la palma, tenía miedo, quería salir corriendo.

Al escucharla sonrió, al fin había confesado, pero el seguía cabreado y mucho, bajó la varita, para darle a entender que no le haría daño al menos por el momento, pero... ¿De verdad no le haría daño? Claro que se lo haría.

Tampoco le haría mucho daño, al menos no la mataría pero quería saber un par de cosas más antes de ver como aquella traidora se retorcía en el suelo, o tal vez caía inconsciente, no tenía claro que hechizo usaría contra ella, una cosa era clara, nada bueno iba a pasar entre esas cuatro paredes.

Entrecerró los ojos mirándola y llevó las dos manos tras su espalda sin soltar la varita y dijo con firmeza. - ¿De verdad pensaste que no me daría cuenta Waldorf? - Intentaba mantener la calma y al parecer lo conseguía ya que hablaba calmado y sin levantar mucho el tono de voz.

Quería hacer algo ya, lo que fuera, pero debía aprender que nada, absolutamente nada estaba permitido allí, a menos que él diera el permiso, y no lo dio. - Sabes perfectamente que eso no lo permito. Y no pienses que te librarás de esta, porque serás castigada por esto. - Dijo con firmeza apuntándola de nuevo con la varita en el estómago y susurró. - Cruccio. - Seguidamente empezó a cruccear a la joven Waldorf.

Respiré hondo cuando noté que su tono de voz se tranquilizaba. Parecía que hoy no iba a ser mi día de mala suerte, al fin. Iba a levantar la mirada hacia él, pero me lo pensé unos instantes mientras escuchaba sus palabras. Negué con la cabeza suavemente. Claro que no creía que él no se daría cuenta, de hecho, había tomado un riesgo demasiado grande para mi.

¿Castigarme? Sus palabras resonaron por mi cabeza. Y después, un hechizo. Un dolor agudo que nació de mi estómago, me llevé las manos a la tripa, cerré los ojos en un gesto de dolor. Intenté mantener la compostura sin éxito alguno, caí de rodillas al suelo ante él, apretando los dientes mientras el dolor se expandía por todo mi cuerpo. Arañé el suelo en un ademán desesperado por librarme del hechizo.

No paraba, aumentaba el dolor, me subía hasta la cabeza, hasta los dedos de las manos y de los pies. No podía contenerme más, lágrimas saltaban de mis ojos y mi rostro formó una desencajada muestra de dolor. Gemí levemente al principio, pero al rato estaba chillando. Aumentaba más y más, me arañaba por dentro, sentía que me destrozaba.

A gritos pedí clemencia, pedí perdón, supliqué y lloré, llamé a mis padres y a mi hermano, llamé a Draco. Noté que mi cabeza empezaba a delirar, decía cosas sin sentido y mi cuerpo empezaba a quedar agarrotado de ese dolor que me rompía por dentro y amenzaba con destrozarme en mil pedazos...

Reía con malicia ante los suplicios de la joven, aquella traidora pagaría por lo que hizo, no quería matarla, ni mucho menos, solo quería verla sufrir, y que sufriera de verdad, sus gritos lo tranquilizaban, le gustaba escuchar a la gente suplicar por su vida, sobre todo a los traidores.

Después de unos momentos la miró con desprecio infinito y dio unos pasos hacia atrás, sabía lo que haría, ¿Bombarda Máxima? A lo mejor, era pasarse, al fin y al cabo, solo era una manta, pero una manta que estaba cubriendo a una sabandija de otro bando sin ningún permiso. Además el Bombarda Máxima no le mataría, tal vez la dejaría inconsciente.

Lo pensó unos minutos y apartó la varita de la joven, estaba dispuesto a darle otra oportunidad, pero ¿A que precio? Ahora que sabía que ella es una traidora... Podría estar de parte de la Orden, por mucha marca que tuviera, y chivar a sus miembros el plan para capturar a Potter, se acercó a ella y la apuntó de nuevo, esta vez entre los ojos, no le haría nada. Pero ver como se podía morir de miedo la joven Waldorf en aquel momento le parecía divertido e incluso gracioso.

Mantuvo las formas para no gritarle, así que respiró profundamente y dijo con tranquilidad. - ¿Puedes darme una razón por la que dejarte vivir? - Negó varias veces, estaba casi seguro de que no podía hacerlo pero, le daría una segunda oportunidad si la respuesta de la joven era lógica y razonable, cosa que cuestionaba desde hace un buen rato.

Me quedé, jadeando, en el suelo, intentando mantener las formas, me apoyé en la pared, asustada, intentando no dirigirle la mirada. Estaba asustada... Pareció que apartaba la varita, suspiré de alivio, bajando la cabeza, apoyándola en mis manos, intentando mantener la calma.

Le miré. ¿Una razón para dejarme vivir? Le miré, incrédula, sosteniéndole la mirada. A duras penas, conseguí levantarme, apoyándome en la fría pared de piedra sin apartar la mirada ni una milésima de segundo de la suya.

Observé sus ojos, rojizos, sus rasgos serpentinos, sus facciones heladas, su nariz inexistente. Entreabrí los labios pero tardé unos segundos en hablar. Entrecerré levemente los ojos y después arqueé una ceja.

-Supongo que hay más de una...Porque si me mata, tendrá problemas con Draco. Porque sé pársel, y pocos lo saben. Porque tendría problemas si me matase...¿Quiere más?-No dejé de tratarle de usted, pero le miraba, desafiante, a los ojos.

Me estaba hartando...¿Por qué siempre tenía que ser yo la que agachase la cabeza? Si estuviese en la Orden...No tendría estos problemas...

Apretó los puños enfurecido. Aquello había sido una enorme falta de respeto, por la que podía matarla, pero para su misma desgracia la joven tenía razón, cosa que le molestaba más todavía. Apretó sus dientes haciendo un extraño y chirriante ruido, en sus ojos había tanto odio que parecía arder fuego en ellos. ¿Le estaba desafiando? Parecía que si.

Tenía razón, no podía matarla, pero si podía hacerla sufrir. Y él, tenía clarísimo como hacerlo. ¿Las personas más importantes para la joven? Rápidamente le vinieron a la cabeza, el rubio, Malfoy, el era el que más le dolería perder, pero... No haría daño a Malfoy, por lo que buscó otra opción. Pensó durante un par de minutos y un gesto de maldad apareció en su cara. Benjamin Waldorf. El hermano de aquella pequeña traidora, a él si podía matarlo, y sin contradicción alguna.

- Entonces, no te mataré. - Sonrió con malicia y negó un par de veces mientras la apuntaba con la varita de nuevo. - Tengo entendido que tienes un hermano. ¿Benjamin Waldorf? - Dejó caer su nombre, son una malévola mirada, haciéndose ver, de lo que era capaz, si aquella rubita no acataba las normas que habían. Le miró ahora era el el que la desafiaba y se sentía bien, aun que seguía furioso por aquella falta de respeto. - Si no empiezas a obedecer, puedo asegurarte que acabarán pagando justos por pecadores. Mientras tanto... Esa grave falta de respeto a mi persona te costará cara. - Y después de decir eso con una voz ronca y lleno de odio apretó su varita y musitó. - Sectumsempra. - Dio una maléfica carcajada al ver como aquella joven quedaba inconsciente en el suelo, después de haber sido víctima de un par de cortes profundos en su cuerpo. Orgulloso de su trabajo, se desapareció con un movimiento de varita dejando a la joven allí tirada.