¿En qué diantres pensará? {Gin}

Una oscura figura atravesaba todo Hogsmeade, sin volver la cabeza hacia nada ni nadie. Los que caminaban por la calle y me veían, o gritaban y salían corriendo o trataban de hacerse pequeños y esconderse en las sombras. Para suerte suya, no saqué la varita en ningún momento...pero mi mera presencia ya hacía que cundiese el pánico en el Mundo Mágico.
Iba con una capucha negra y una capa del mismo color, vestida igual que como fui cuando trataba de convencer a Cissy de que no fuera a ver a Severus.
Severus...el traidor de Snape. Yo se lo dije al Señor Tenebroso, pero él confiaba plenamente en él...y resultaba que estaba del lado de Dumby. Vaya hipócrita...nunca confié en Severus, pero el Señor Tenebroso sí, así que...nunca pude llevarle la contraria. Ahora que Severus estaba muerto, por suerte, no había de qué preocuparse. Pero ya no era eso lo que me preocupaba: lo que me preocupaba era algo que me llevaba atormentando desde hacía tiempo: la relación entre mi sobrino Draco y Waldorf...la sangre sucia Waldorf...¿Qué habría hecho al pobre Draco para que mi sobrino decidiese enamorarse de ella? ¿Habría hecho como muchos lo hacían? ¿Con un filtro de amor? ¿O acaso le había amenazado? Desde luego, Draco no se había enamorado...y en todo caso, no lo habría hecho de una sangre sucia. No podía ser eso, desde luego que no podía ser...entonces, ¿Qué pasaría con el árbol genealógico de los Black? ¿A Draco también le quitarían del árbol? ¿Así era cómo me agradecía todo lo que había hecho por él?
Harta del revuelo que se provocaba cuando giraba una esquina y me topaba con alguien, decidí dirigirme a alguna calle más oscura y desierta. Caminaba con paso rápido y decidido dirigiéndome a un callejón bastante ancho, un mocoso de once años aproximadamente salió de una casa riendo y feliz...poco apropiado para ése momento.
Fue a cruzarse en mi camino, pero justo a tiempo levantó la vista y me miró directamente a los ojos. Pegó un bote y a la vez un chillido, y se volvió rápidamente a su hogar...pero el mocoso no tenía cerebro suficiente como para darse cuenta que de mí no se libraba uno metiéndose simplemente en una cabaña de madera.
Con una sonrisa maliciosa en el rostro, continué mi camino hacia el callejón.

Tenía frío, no llevaba más que una capa azul marino, fina, con un broche de imitación de oro con forma de un pájaro volando que me la cerraba en el pecho. Debajo, un vestido oscuro, con un lazo en la cintura. Caminaba rápidamente, con zapatos bajos, sumida en mis pensamientos. Draco estaba encerrado. Seguramente le tendría la Orden, y yo no recordaba siquiera qué estaba yo haciendo en ese momento. Mi Draco... Eso me había derrumbado. Encima, el Corazón de Bruja había publicado lo de mi perrito. El pobre animal sólo había tenido la mala suerte de encontrarse con nosotros, y yo le había rogado a Draco que me dejase llevarlo a la mansión Malfoy.

Ahora mismo iba en dirección a recogerlo a las Tres Escobas, ya que había dado órdenes de que lo mandasen desde Alemania hasta allí. Pasaba por un callejón ancho cuando el grito de un niño me sacó de mis pensamientos. Mi mano se deslizó hacia dentro del bolsillo interior de la capa y agarré mi varita, manteniéndola en alto. Tal vez yo era una asustadiza, porque los niños gritaban muy a menudo, pero aquella zona...

Miré hacia el callejón oscuro de donde había provenido el grito, y vi una figura acercándose hacia mi. Parecía no haberme visto todavía. Llevaba la cabeza cubierta, pero aún así algunos pelos rebeldes, negros, eléctricos, sobresalían por la capucha. Si no me equivocaba... Aquella era Bellatrix Lestrange. Probablemnte, la última persona a la que querría ver en aquel momento.

Y además, había oído rumores...rumores de algo de una boda. No sabía si era cierto, puesto que por entre los mortífagos corrían toda clase de mentiras, pero desde que oí algo así se me metió un miedo en el cuerpo que no era capaz de superar...¿Lo sabría eso el Señor Tenebroso? ¿Castigaría entonces a Draco y mataría a Waldorf? No...matarla no porque la necesitaba. Por el dichoso pársel. ¿No era él el que sabía pársel? ¿Por qué la necesitábamos entonces a ella? Además...si conseguíamos capturar a Potter, simplemente, con que nos dijese un par de palabras en pársel y después le matásemos serviría, ¿no?
Fue cuando, tras unos minutos que habían pasado después del chillido del niño, observé una figura delante de mí. Una fina capa azul cubría su cuerpo, y se vislumbraba un vestido oscuro con un lazo que vestía por debajo...un broche que alumbraba en la oscuridad del callejón.
Simplemente, con levantar un poco más la mirada sabría quién llevaba esa vestimenta tan ridícula.
La levanté lentamente, ya sin la anterior sonrisa, puesto que iba pensando en lo de Draco. Unos labios sonrosados, una piel al parecer, casi perfecta, unos ojos grises y un pelo rubio y una cascada de tirabuzones. Vamos, ése día no sabría cómo nombrarlo. Tenía a la persona que quería matar justo delante, completamente desprotegida...¿me podría vengar entonces de la captura de Draco?

Una mirada se clavó en mi. Y entonces ya no había duda, era ella. Me tembló levemente la mano con la que sonstenía la varita, mi ceño se frunció y la miré directamente a los ojos, para después desviar ligeramente la mirada antes de volver a fijarla en ella. Su mirada ardía, de odio, rencor... Y me parecía que yo estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Di un paso hacia detrás y pasé mi peso de una pierna a otra, nerviosa, mientras sostenía su mirada.

Pensé en simplemente seguir andando y saludarla, pero su mirada no denotaba exactamente que me fuese a dejar hacer eso... Trago saliva y bajo la varita, guardándola debajo de mi túnica. Comencemos las cosas pacíficamente, no quería problemas y menos aún ahora. No quería pelear con Bellatrix, era demasiado buena bruja, más poderosa que yo. Y a mi los nervios me jugaban malas pasadas...

Cerré suavemente los ojos unos segundos para volver a mirarla, sin dejarme achicar. Al menos, no demasiado. Ella no creería en el amor, y menos aún en que yo amase a Draco. Pero yo le amaba, y pensaba defender mi sitio a su lado con unas y dientes. Se acabó de ser la que siempre pisaban..Aunque fuese tan fácil hacerlo.

No sabía lo que pasaba por su cabeza, pero seguramente serían las miles de posibilidades que tenía de qué podría hacer. Lo que no entendí que por qué no se desaparecía, directamente, pero claro...la pequeña Puffle no sabía desaparecerse. Los nervios siempre le jugaban una mala pasada, pobrecita -pensaba todo esto mientras una sonrisa malévola se iba formando en mi rostro poco a poco, ensanchándose cada vez más.

Iba a pagar por aquello, a pagar por lo que a saber Merlín lo que le estarían haciendo ahora a Draco, iba a pagar por intentar derruir el árbol genealógico de los Black y los Malfoy, iba a pagar por su mera existencia, por la traición al Señor Tenebroso, por haber demostrado saber pársel, por tener esa marca tan significativa en el brazo derecho. Pagaría, sí señor, pero no la iba a matar. Por su puesto que no la iba a matar porque éso significaría la ira del Señor Tenebroso, y no lo podía permitir...simplemente, como acababa de pensar, pagaría.

Me acerqué a ella, con pasos lentos y melodramáticos, haciendo de vez en cuando una mueca de disgusto falsa. Me encantaba hundir así a la gente, hundirla mentalmente...para luego lanzar mi hechizo favorito.
Cuando estuve a apenas medio metro de ella, comencé a dar vueltas a su alrededor, como un predador que observa la calidad de la presa que acaba de cazar.

-Pero mira a quién tenemos aquí...si es la pequeña e inútil Ginerva Waldorf...-reí malévolamente antes de seguir - ¿Se habrá perdido como casi siempre suele hacer? ¿Andará buscando otro sangre limpia para arruinar un árbol genealógico? ¿O quizás para arruinarle la vida? - hasta entonces había estado haciendo muecas tristes pero falsas, pero cuando formulé esa última pregunta, mi voz se tiñó de ira, rencor y ganas de venganza.

Se acercaba lentamente, como intentando asustarme, y yo no me aparté. No podía apartarme, cederle terreno. Pero ella sabía mis puntos débiles incluso demasiado bien. A pesar de que yo fuese una mortífaga como ella, nunca me perdonaría lo de Draco... ¿Cómo podían ser de la misma familia? Bueno, Draco no había sido siempre un cielo conmigo. Ni siquiera ahora lo era todos los días, pero yo sabía en qué circunstancias se encontraba y no le quería presionar. Entonces ella comenzó a hablar, con aquellas palabras afiladas, agudas y arrastradas.

Esas palabras que sonaban tanto a Bellatrix Lestrange, a intenciones dañinas, con esa intención tan fácil de realizar...Con esas ganas de hundirme. Lo adoraba, lo sabía. Le gustaba hacerme daño, hacerme pagar por lo que "quería hacer con el linaje de los Malfoy". Yo no quería hacer nada, sólo me había enamorado. La miré a los ojos y luego aparté mi mirada grisácea hacia la oscuridad del callejón por el que venía.

- No le he arruinado la vida.- Dije, lentamente, evaluando cada una de mis palabras.- Y no soy una inútil. Si no, tu Señor no me querría entre sus filas.

Quería que sonase afilado, pero eran palabras sinceras, simplemente. Era la verdad, ella lo sabía. No sonaba frío siquiera, pero era el significado lo que debía de picar, lo que debía de herir. Tampoco quería hacer daño. No me gustaba, pero aquella mujer... Era un ataque directo hacia mi, constante, incansable. Y yo ya no tenía quince años, ya no podía permitir siempre eso.

La mirada de Bellatrix Lestrange realmente debía de poder matar a una persona, o eso parecía. Una mirada penetrante, fría, que te dejaba helada y que te hacía temblar. Su risa me pilló desprevenida y me sobresalté, pareciendo algo más pequeña puesto que me encogí suavemente. Después me volví a erguir. Sus palabras en mi oído me pusieron los pelos de la nuca de punta, se me puso piel de gallina y tuve que cerrar unos instantes los ojos para no desmoronarme mentalmente.

- También es para desgracia mía, Bellatrix. Sabes que no me agrada.- Digo, sincera, alzando la mirada para encontrarme con la suya, apartándome un paso de ella mientras empuñaba mi varita con fuerza. Parecía casi que fuese a romperla, aunque yo sabía que no tenía suficiente fuerza como para hacer eso.

Podía prepararme, porque después de eso podía venir cualquier hechizo, cualquier reacción, cualquier palabra. No por cualquier cosa la llamaban la 'mortífaga loca' y de los rumores estaba bien fiarse. Además, por casa nunca había sido bien aceptada por ella. A pesar de que a Narcissa mi posición no le gustaba, al menos no me despreciaba públicamente. Bellatrix...Bellatrix aprovecharía cualquier oportunidad para ello.

No tenía exactamente miedo. Miedo tendría cuando comenzásemos a 'jugar'. Ahora simplemente se palpaba la tensión en el aire...

Observé con más satisfacción todavía cómo se sobresaltaba al oír mi risa y se encogía ligeramente, para luego volver a erguirse. Ya me empezaba a imaginar qué haría con ella cunado la tuviese entre mis manos...nada bueno, desde luego. Podría matarla inmediatamente, descuartizarla o simplemente, volverla loca de dolor como a los Longbottom y que muriese ahí en la calle...pero eso mi amo no me lo perdonaría. Y yo no quería su ira, ni nos convenía a ninguno.

-Debería, Puffa. - pronuncié esa palabra con más sarcasmo todavía - ¿No sabes que es un gran honor que el Señor Tenebroso deposite tanta confianza en ti como para darte esto?- sin previo aviso, la agarré del brazo y le levanté la manga, dejando a la luz una bella Marca Tenebrosa, como muchas otras que eran idénticas.

-¿Y qué pasaría, Puffa, si yo fuese ahora y pusiese el dedo en esta Marca? ¿Eh? ¿Tú lo sabes, inútil? - mi voz sonaba peligrosa, malvada y contenida a la vez. Eran grandes los esfuerzos que hacía por mantenerme y no ponerme a chillar como una psicópata. Acerqué mi dedo índice a su Marca, como si la acariciase pero sin llegar a rozarla si quiera.

Escuché sus palabras y entonces ella me levantó la manga de la túnica, a lo que yo respondí con un gritito ahogado, pugnando por soltarme de su agarre. Me molestó aquel apodo, 'Puffa'. Al parecer, todo el mundo recordaba que era Hufflepuff. Jamás me había arrepentido ni había odiado mi casa, pero aquel apodo no me gustaba un pelo. ¡Iba a ser la mujer de su sobrino!


¿Tanto le costaba mostrarme algo de...'respeto'? Negué con fuerza, no quería que la tocase. Tiré de mi brazo, una, dos, tres veces, hasta que conseguí soltarme. Trasbillé hacia detrás y tuve problemas para mantenerme en pie. Miré a aquella mujer loca con rabia.

- El 'Señor Tenebroso' confía en mi porque sé hablar la lengua de las serpientes, cosa que tú, tanta sangre para allá tanta sangre para acá, no sabes, Bellatrix Lestrange. Y no te acerques a mi...-Mascullo. Agarro mi varita, manteniéndola ahora en alto. Me estaba poniendo nerviosa aquella mujer, y mucho. Y no quería acabar mal esto, pero presentía que muy bien no terminaría...

Miré a aquella mujer casi con terror. ¿Por error?¿Cómo se podían obtener cosas mágicas por error?¿Poder por error? Eso no podía ser. Era azar, quizás, pero no error. Yo tenía muy claro quien er.... Quien era, hasta que, de repente, dos de los tres Crucios que ella lanzó me alcanzaron de pleno. No tuve tiempo a defenderme, me pregunté cómo se le ocurría a alguien lanzar tres maldiciones imperdonables seguidas. Pero por algo se la llamaba la mortífaga loca. Con un grito desgarrador, caí al suelo. La varita cayó de mi mano, unos centímetros alejada de mi, mientras yo me retorcía en el suelo. Me apoyé las manos en el pecho, sentía cómo algo me desgarraba por dentro. ¿Me mataría ahora?¿Sería capaz de eso? No podía matarme, el Señor Tenebroso se enfurecería....
– ¡Por favor, piedad! – Chillé, no podía controlar mi voz.

Entreabrí los ojos para poder mirarla, con los grandes ojos grises llorosos, pidiendo perdón, pidiendo lo que fuese con tal de librarme de ese dolor que corroía mi cuerpo. Se fue atenuando a medida que Bellatrix se aproximaba, y noté su mano en mi cuello. Tenía miedo, mi cuerpo temblaba sin poder detenerlo, sólo tenía pensamientos para Draco. En otros casos, él habría aparecido a toda prisa por aquel callejón de mala muerte y me habría sacado de ahí, habría mirado casi con desprecio a su tía y me habría protegido. Pero no vendría, ahora la Orden lo tenía secuestrado. Unos lagrimones de dolor brotaron de mis ojos, ya llorosos de por si, y rodaron por mis mejillas.
– L...lo siento... No...no me haga daño...
Temía a aquella mujer, debía de admitirlo. Me había hecho 'la valiente' pero de poco me había servido. Yo era la que al final tendría que sacar a Draco de ahí porque el Señor Tenebroso me lo había ordenado. Tenía miedo por eso, pero más miedo tenía ahora, con Bellatrix Lestrange delante, porque sabía perfectamente que sería capaz de matarme de un momento a otro... Pero no lo haría. Ella sabía que el Señor Tenebroso, Lord Voldemort, me necesitaba para sus planes...Aunque sólo me los había contado a mi.
– Suél...ta...me... – Dije, en un siseo. No sabía que había usado el pársel, ni que eso apenas lo entendía nadie, pero me salió solo.

Observé de nuevo con satisfacción cómo unas grandes lágrimas rodaban por su rostro, por lo que hice una mueca de asco. Continuaba teniendo su cuello entre mis dedos, apretando ligeramente. Pero no mucho, por su puesto. Sabía que en ése momento Waldorf no tenía ninguna protección...ahora Draco no podría acudir en su ayuda, y Cissy no iba a aparecer por ahí. Menos aún, el Señor Tenebroso. Ahora sólo estábamos ella y yo...solas. Por fin podría vengarme de todo lo que había hecho: hacerse un hueco entre nosotros, los mortífagos, enamorar perdidamente a Draco hasta hacerle pensar que la quería, ganarse la confianza del Señor Tenebroso...y al final estaba lo de Draco. Aquello era lo que más odiaba ahora de ella. Ella tenía la culpa, como siempre. Abrí mucho los ojos al oírla pronunciar ése siseo. Aflojé levemente los dedos que sujetaban su cuello, y me aparté un poco de ella. No tenía ni idea de qué había dicho, la verdad.
Tras unos instantes, me volví a relajar. Le apreté un poco más el cuello, mirándola fijamente, segura de que me temía, temía lo que pudiese hacerle.
-Levántate, mosquita muerta, si quieres mantener la vida y que el Señor Tenebroso no se entere de que no vales para nada.